Devolver la sonrisa
Es una de las tareas pendientes que tenemos desde hace algo más de un año. Volver a sonreír. Y no hablo a nivel personal, sino colectivo. Sonreír como sociedad. Desde que no es obligatorio llevar mascarilla en los espacios al aire libre se atisban algunas sonrisas, pero siguen siendo pocas. Una de las cosas malas que nos ha traído esta pandemia es la falta de contacto. Al igual que la escasez de comida dejó una profunda huella en la generación de nuestros abuelos, todo apunta a que en esta época de pandemia el señuelo será la falta de besos, de abrazos, de contacto.
De sobra es sabido que el ser humano tiene una naturaleza social. Necesita relacionarse con otros. Aquellos apretones de manos y esos abrazos con alguna que otra palmada sonora en la espalda, los abrazos sinceros con un amigo al que hace tiempo que no ves, los besos babosos de la tía abuela... Parece que todos han ido a parar al trastero de los recuerdos. Y, lo que es peor, no sabemos si volverán.
Lo contaba hace unos días un señor de Zaragoza. Recordaba que cada generación tiene su propio trauma. A nuestros abuelos les hacía felices vernos comer a dos carrillos. No dejar nada en el plato era una señal de agradecimiento, de buen comensal en según qué casa. Daba igual que no quisieses más porque lo que le importaba al anfitrión era que el buche quedase bien lleno, fueran cuales fueran las consecuencias. Una costumbre que todavía perdura y que no es más que el reflejo del hambre que sufrieron en su niñez y juventud. Era mejor comer cuando había porque no se sabía cuándo iba a ser la próxima vez. Y así nos lo han transmitido.
Me pregunto si pasará lo mismo con los abrazos y con las sonrisas. Y también si así se lo transmitiremos a nuestros hijos. En mi casa siempre fue costumbre saludar y despedirse de los padres con un beso. Aunque reconozco que en mi adolescencia renegaba cuando tocaba, acabó convirtiéndose un acto reflejo que no hemos abandonado y que ahora agradezco. Intento transmitírselo a mis hijos en ese afán de no perder más el contacto que ya sienten que va a menos. Es cierto que en algunos casos es liberador, pero en la mayoría es una ausencia. Otra más. Por eso conviene tratar de recuperar la sonrisa. Ahora más que nunca.