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Analizadas la primeras declaraciones de los nuevos miembros del Gobierno —más ministras que ministros— se puede establecer una primera conclusión. Con los cambios introducidos en el Gabinete, Pedro Sánchez persigue un objetivo: quiere ser perdonado por sus derivas anteriores. Que el personal olvide los indultos como si hubieran sido cosa del defenestrado Juan Carlos Campo, ex ministro ya de Justicia; que se olviden los acuerdos con Podemos, ERC y Bildu pastoreados en su día por el despeñado Iván Redondo, hasta hace una semana todo poderos jefe del gabinete presidencial. Al liquidar a Carmen Calvo que se olvide el numerito de la exhumación de los restos del dictador en el Valle de los Caídos y pase a un segundo plano la retocada ley de Memoria Histórica. Y, en fin, con el abrupto despido del ministro José Luis Abalos, quizá ha tratado de que pagara por el «Delcygate» o el escándalo de la subvención a la compañía aérea venezolana «Plus Ultra».

En todos y en cada uno de estos hechos o decisiones quien, sin duda, tuvo la última palabra fue el propio Pedro Sánchez, pero ya se sabe que —Baltasar Gracián, dixit— el privilegio del príncipe es tener testaferros, escudos humanos que paguen por los errores de su señor.

Con algo más de dos años por delante antes de que el calendario le obligue a convocar elecciones legislativas, confiando en que podrá sacar adelante los Presupuestos y contando con la complicidad de las principales cadenas de televisión y algunos de los diarios que, no sin ironía, se proclaman «independientes», Sánchez espera completar la legislatura y que, por el camino, el personal se haya ido olvidando de que prometió que nunca pactaría con Podemos pero ha metido a cinco ministros en el Gobierno, y que también prometió que nunca indultaría a los presos condenados por sedición y los ha puesto en la calle. Por no hablar de los bandazos y el desgobierno en la gestión de la pandemia.

Olvido y perdón. Ese es el mensaje que ha querido lanzar Pedro Sánchez con los cambios introducidos en el Gobierno. Quiere que el personal le perdone pensando que estuvo mal aconsejado, que los malos eran los que se han ido, no quien les mandaba.