Ni santo, ni demonio
Vale, las descalificaciones de Florentino Pérez dan para una columna refrescante. Por lo que a mí respecta, si necesitan refrescarse echen mano del botijo o dense un chapuzón en el río. Publicar unas conversaciones grabadas sin consentimiento me parecen otra prueba más de la degradación alcanzada por algunos colegas y medios. No llamen a eso periodismo de investigación, como tampoco eran investigaciones lo que hacía, por ejemplo, el excomisario Villarejo. No estoy exculpando al presidente del Real Madrid de unos comentarios ofensivos hacia sus jugadores y técnicos, simplemente, le reconozco su derecho a considerarlas conversaciones privadas, y han sido difundidas no se si de manera ilegal pero sí fuera de la ética periodística. El derecho a la información es otra cosa. ¿O acaso tú, colega que las has sacado en estridente exclusiva, podrías superar cualquier audio -grabado sin tu conocimiento- sobre jefes y compañeros? Todos los españoles hablamos al menos en dos o tres registros diferentes. Algunos hablan mal en los tres. Como digo, no exculpo a Pérez, que debe sentirse más que avergonzado, pero tales filtraciones no obedecen tanto a su indiscreción como a un perverso plan orquestado. Las cloacas de arriba. Pero en este viejo oficio mío, no vale todo. Al contrario, lo que le hace grande es que no todo vale, aunque te obliga a dar algunos rodeos más en la búsqueda de noticias. Este caso no va acerca de los límites de la privacidad, sino sobre una guerra de poder. O sea, de dinero.
Una de las expresiones que me desagradan en mi gremio es «periodista de raza». En periodismo no hay razas, sino jerarquías de conducta. En el deporte también las hay. Luis Figo, insultado en dichos audios, ha declarado escuetamente que el presidente del Real Madrid le ha pedido excusas y que se las aceptado. Fuera de esto, ha clasificado «privada» su conversación con él.
Y sí, todos hablamos en al menos tres registros. Pero en broma o en serio, en confianza o sin ella, en petit comité o ante una junta de accionistas, lo que decimos ha de sostenerse en los mismos valores. Florentino Pérez, ni santo, ni demonio, quizá algo bocazas. O bastante. Pero no era esta la forma ética de informarnos sobre ello.