Diario de León

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Conocí al joven escritor en un café de Chueca, donde me citó para la entrevista, un trabajo para la facultad en mi segundo año de carrera. Sobre la mesa de mármol supe cómo la pluma le quitó de encima el peso de una toga. El verso se impuso a las leyes y la palabra a la oratoria para ganar o perder pleitos. Me impresionó su declarada fe en el paisaje y el desencanto con la especie humana. «El hombre es un lobo para el hombre», creo recordar que me dijo. Con el tiempo he visto que Julio Llamazares ha destilado la esencia humana del paisaje. Como dijo Avelino Fierro en la presentación de su último libro, La primavera extremeña, en Sabero, «hay un trasfondo ético que Julio siempre ha preservado en su escritura».

El IES Pablo Díez de Boñar acaba de estrenar una ruta turístico-literaria, o viceversa, inspirada en dos obras del escritor leonés, Retrato de bañista y Distintas formas de mirar el agua. La una, emana del descenso al pantano del Porma, donde está sumergido su pueblo de nacimiento, Vegamián, cuando fue vaciado en el verano de 1983. Y la otra, una novela que reconstruye desde distintas voces el destierro sufrido por los pueblos anegados para saciar la sed de campos y ciudades. La obra de Julio Llamazares es semilla, y ya cosecha, en el Porma. León tiene paisajes literarios para trazar rutas de este a oeste y de norte a sur. Las instituciones no han atinado a sacar partido del realismo mágico que funde territorios, literatura, presente y memoria, con la excepción efímera de aquella ruta de Fray Gerundio de Campazas en el triángulo de Tierra de Campos que une León, Valladolid y Zamora. El eco de la montaña es un proyecto escolar, guiado por dos profesoras y el escritor, con la participación activa del alumnado, tras muchas horas de lectura a los pies del pantano. Surge de abajo a arriba y se enraizará de manera indestructible.

Estos días en los que los pueblos del Páramo, siempre agradecidos y esforzados, recuerdan los 70 años del primer desembalse del Luna mientras una mujer recoge la primera cosecha de quinoa. Estos días en que alojarse en el Riaño de nuevos ricos puede costar 75 euros la noche y un menú chusquero 18 euros, emergen en el Porma distintas formas de mirar el presente para cimentar el futuro de una provincia desterrada.

Las voces del pantano del Porma —cuya presa diseñó Juan Benet, escritor tenía que ser— nos devuelven ecos universales y personales. Nos preguntan, como el escritor que se enfrentó la pandemia en la mejor primavera, si cuando todo esto pase, si es que pasa, volveremos ser los ríos que bajo el pantano siguen su cauce ajenos a la tragedia que los cubre. Si miro a Riaño diría que sí; si miro al Porma diría que hay esperanza. Y si escucho, oigo a mi padre, desterrado sin pantano, que, como Domingo, solo quiso volver a su pueblo después de muerto.

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