Diario de León

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N os cae ese lugar lejos y es asunto que, ya visto, nos la refanfinfla, ni vistazo merece, aunque ahora nos vuelve otra vez rabiosa su noticia diaria. De Afaganistán viene. Talibana cosa. Pánico en la poca peña española (repatriadlos ya). Los talibanes se zamparon el país en paseo militar sin bajar del camioneto. Hoy mismo caerá del todo Kabul. Y se acabó. Ni el ejército les paró, ni hallaron oposición en poblaciones de las que algunos huyen, pero otros les reciben alborozados al ver con ellos a un Alá artillado que monta en tanqueta y manda a las mujeres padentro, a la puta cocina cagando leches, su sitio; y las niñas, aprendiendo ahí, nada de escuela; la orden es que se la grillen y maldigan cualquier libro que no sea el Corán, cuyas páginas pasan con una cimitarra ensangrentada los señores del petardo y el degüello.

Y hoy Afganistán nos importa ya tres pitos, aunque sangre española esté allí vertida (o en el camino de vuelta si es un Yak-42 el que les trae). Guerra perdida, y más para los americanos que desde Vietnam (los vietcong eran talibanes sin saberlo) ya no ganan una ni jugándosela a los chinos. Ellos sí que han palmado allí muchas vidas e infinito dineral que hizo ricos al de los pertrechos y hasta al furriel del almacén. Dice un militar español que conoce bien aquello por haberlo pateado que el éxito talibán radica solo en su determinación. Hacen la guerra en bombachas y alpargatas y ni siquiera llevan casco, sino gorra mullida o turbante que en aquella calor tan fiera derrite los sesos y la serenidad. Obstinada convicción: matar ciegos de fe en un Alá justiciero.

Primero la cagaron los rusos con el talibán o el alqaedarra que armaba y adiestraba el americano. Moscú abandonó el país y después los americanos lo ocuparon con su Libertad Duradera (vale, Bush)... ¡veinte años!, y ahora abandonan, así que vuelve Afganistán a ser santuario de una ceguera religiosa que en realidad solo es la coartada de sus turbios políticos, o sea, sus negocios. Y como aquello solo es noria... pues eso, que nos la refanfinfla. Allá ellos, decimos... ¿y acá nosotros?...

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