¿Quién llora por Afganistán?
Lo han vuelto hacer. Sí, Estados Unidos volvió a dar una patada en un avispero, en Afganistán, y ahora huye como lo hizo en Vietnam, abandonando a la población que creyó que los norteamericanos les iban a abrir la puerta a la libertad. Ahora, todos los que confiaron en ellos se quedan a la intemperie y tendrán que intentar sobrevivir a la venganza de los talibanes, lo que será especialmente dramático en el caso de las mujeres.
De manera que Joe Biden (que error creer que iba a ser diferente) ha optado por hacer suya la tradicional política exterior norteamericana que es huir cuando se ponen mal las cosas y allá se las arreglen quienes fueron de entre la población fueron sus aliados y amigos.
Ahora pregúntense qué va a ser de las mujeres afganas. Mujeres que han manifestado aunque fuera tímidamente sus deseos de libertad, mujeres que han trabajado para instituciones extranjeras, mujeres que han enviado a sus hijas a la escuela, que han intentado abrir sus vidas más allá de lo dictado por el fanatismo de los talibanes y que sufrirán doblemente por ello.
Y es que ser mujer en tiempos de guerra es correr aún peor suerte.
Occidente, con Estados Unidos en cabeza, ha abandonado a su suerte a todos aquellos que confiaron en que no les dejarían al albur de los fanáticos.
No, no podemos permanecer de brazos cruzados ni indiferentes a lo que puede acaecer en Afganistán. Por eso les invito a que firmen cuantos manifiestos sean necesarios para evitar que Occidente se lave las manos.
Por eso tenemos, todos, que exigir a Estados Unidos y sus alíados que organicen con presteza convoyes de repatriación para sacar del país a todos aquellos susceptibles de ser víctimas de los talibanes, especialmente las mujeres afganas. La segunda parte de la petición es igualmente exigir la acogida de todos aquellos cuyas vidas están en peligro y quieran huir de Afganistán, Hacen falta medios económicos sin duda, pero también la voluntad política para hacer frente a la situación terrible de los nuevos refugiados.
Es una exigencia a la que Occidente no puede renunciar. Esperemos que toda esta tragedia no se salde tan solo con lamentos y lágrimas de cocodrilo y que las mujeres, una vez más sean las principales víctimas de los fanáticos.