Arquitectura efímera
Yo creo que habrá elecciones mucho antes de lo que piensa Igea, que ayer escenificó el refrán —por lo de que quién se pica ajos come— y tildó de viejo al psiquiatra Juárez. Que no es precisamente el ídem al que le escuece, que es el vicepresidente el que sabe que el turrón lo comerá en la consulta, ahora que Mañueco le ha hecho una envolvente a Tudanca en el culo de Verónica Casado. Así las cosas, después de trancar las puertas de los consultorios por dentro, se ha puesto el presidente el disfraz de defensor de lo público para robarle la consigna al PSOE y, al tiempo, dejar claro que con un golpe de dedo puede borrar de la historia a su querido vicepresidente. Les ha pasado lo que a los amores eternos, que duran muy poco.
Ya sabíamos que los matrimonios por conveniencia se conservan en formol, pero lo que estaba por ver era a quién le cuadraba más encamarse con el adversario. Así que en esta arquitectura efímera que diría Cecilio Vallejo parece que el primero en levantarse será el presidente, que ha demostrado que el señor de la transparencia sólo piensa en aguantar todo lo que pueda en el sillón.
Eran otros los tiempos en los que el partido que se presentó con eso de ‘o por las buenas, o por los votos’, podía presumir de que el poder no le interesaba más que para cambiar las cosas, que la dignidad era lo primero, que era la némesis de la corrupción.
Mañueco ha sido como el niño, ese que se atrevió a decir que el rey estaba desnudo, con la diferencia de que el charro le ha bajado los pantalones para que todos veamos que el plan comando es tendencia entre los naranjas.
Así que le desautorizan con la única política que lleva su sello y se dedica a decir que ha mirado a los ojos al presidente y ha visto ¿qué?
Esto sólo se explica con algo tan cursi como algunas de sus confesiones de los jueves: ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas/en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?/ Poesía... eres tú.