No es verde todo lo que reluce
El proceso de transición justa, que cada vez me cuesta más trabajo llamarle así, parece que está encontrando su tabla de salvación en las plantas de producción de hidrógeno, por lo menos en la provincia de León, donde ya se han proyectado dos, una en la ya casi desmantelada central térmica de La Robla y otra, la anunciada este semana en Comspotilla II.
Estos proyectos se presentan como la solución verde de la transición energética que ha supuesto el cierre definitivo de las minas de carbón y la clausura de las centrales térmicas de la provincia, lo que ha supuesto la pérdida de miles de puestos de trabajo y de tejido económico e industrial prácticamente irrecuperables en las cuencas mineras.
Pero realmente no todo es oro lo que reluce o por lo menos verde ya que, según un informe publicado por Ecologistas en Acción, menos del 1% de la producción mundial de hidrógeno es de origen renovable. De acuerdo con datos oficiales, el 99% de las 130 millones de toneladas de hidrógeno que se producen anualmente para procesos industriales se consiguen utilizando procesos de gasificación de carbón, lignito o gas natural. Es decir, que vuelta la burra al carro.
Hay que tener en cuenta que el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino un vector energético que cuenta con la particularidad de ser capaz de almacenar energía para ser utilizada posteriormente pero que necesita de un aporte inicial de energía primaria para su obtención en estado puro ya que normalmente se encuentra combinado con otros elementos químicos como el oxígeno, el carbono o el nitrógeno. La fuente de energía utilizada será la que marque el tipo de hidrógeno que obtenemos, siendo hoy en día menos del 1% de la producción mundial de H2 de origen renovable o verde.
Además, según se pone de manifiesto en el informe, el elevado coste de la producción de este gas, así como otros problemas técnicos como la necesidad de comprimirlo a altas presiones en alguna de sus aplicaciones, han estado detrás de su falta de desarrollo. Las bondades y posibilidades del hidrógeno han sido sobreestimadas en numerosas ocasiones y, a día de hoy, siguen sin cumplirse las cacareadas promesas y las aplicaciones rentables continúan retrasándose.