Eternidad, doctor
C on sólo el titular de prensa ya nos echamos a temblar: Una empresa financiada por multimillonarios ficha en secreto a los mayores expertos en rejuvenecimiento (la compañía estadounidense Altos Labs ya ha reclutado al científico español Manuel Serrano y al japonés Shinya Yamanaka, ganador del Nobel de Medicina) .
¿Alguien se sorprende?, ¿qué no se gastaría cualquier multimillonario en retrasar su cita con la muerte, ese instante tan odioso y rabiado por tener que dejarlo todo aquí, su tesoro?... ¿y qué no pagará un mandatario caudillista para que nunca se le acabe su poder joder?... ¿cuántas otras investigaciones secretas no se han venido financiando ya o están en marcha?... clones, quimeras, ensayos embrionarios, manipulaciones genéticas, fabricación de órganos y científicos sin escrúpulos ni papel de fumar para cogérsela llevan campando hace tiempo en los laboratorios en cuyo perchero se cuelgan al entrar los graves principios morales, los cojones de la autoridad y los tiquismiquis.
Sin duda ni conoceremos sus avances; y si algunos levantan su secreto, serán tratamientos inaccesibles o prohibitivos para el resto de mortales. ¿Es eso injusto?, ¿no es inmoral?... bueno, ¿y para qué querría un pobre alargar su pobreza?, no se pegará con su suerte por un chute de prórroga ni jamás podrá esperarlo de una seguridad social o mutua. Además, que los ricos viven más que los pobres ya se sabía, viene de lejos, aunque pasado mañana no pensarán sólo en alargarse unos años más, sino unas décadas más. Ya no es fantasioso imaginar que antes de acabar el siglo no pocos podrán vivir 150 años, lo que significa que el dueño de la empresa en la que empezó a trabajar tu padre y en la que estás a punto de jubilarte tras haber colocado también ahí a tu hijo podrá seguir explotando a tus nietos y bisnietos (esto sí que nunca cambiará, lo de colocar familia, el enchufe y el traficar influencias; consuélate). Y ese ya rico-rico-rico irá cada año en modo itv a un carísima clínica y sólo tendrá que decir ufano... ¡recéteme algo de eternidad, doctor!