No subestimes a los malos
I ban todos de negro y con simbología similar a la nazi, para que no cupiese ninguna duda de quiénes eran. Hace falta sentir mucho odio para entrar en Chueca gritando: ‘Fuera maricas de nuestros barrios, fuera sidosos de nuestras calles’. Odiarlos mucho y sentirse a salvo en la camada. Si la manifestación no terminó en un estallido sangriento fue gracias a que la comunidad gay, a la que tanto odian, se comportó con el civismo que ellos no tienen. Había sido aprobada para otros fines, pero el odio proclamado no debe quedar impune. Si estos neonazis leyesen más allá de los lemas de sus propias camisetas no serían homófobos, pues conocerían el libro El secreto de Hitler. Precisamente, ese que tanto odian. En sus páginas, el historiador Lothar Matchan explica que en la llamada noche de los cuchillos largos se aprovechó para eliminar a todos quienes conocían las aficiones sexuales del líder. Sin embargo, Hitler no era un homosexual en la soledad de su armario, sino un monstruo vicioso. Eva Braun fue la tapadera. La mayoría de los españoles ya hemos asumido que la homosexualidad es no solo una opción sexual sino de amor. Y el nazismo y sus sucedáneos es antiamor. Hemos sido una sociedad homófoba por la formación recibida. Era homófoba la legislación franquista, que los equiparaba con vagos y maleantes. Lo fueron la derecha y la izquierda democráticas, incluidos los sindicatos. Crecimos entre chistes sobre ‘locas’. Este pasado no solo debe avergonzarnos sino obligarnos a ser solidarios. Ya no hay justificación social posible. Ya no cabe culpar a la moral imperante. Ahora, sabemos. Ahora, el prejuicio es culpable de serlo.
Cuesta determinar quién mueve realmente los hilos de lo oscuro. El caso Villarejo es un ejemplo de ello, pero hay más. Hace días en Mérida han sido detenidos cuatro policías antidroga por estar pagados por narcotraficantes. La boca del lobo es muy grande. Y como en la novela negra, no siempre los hechos son lo que inicialmente parecen.
No subestimemos a los extremistas solo por ser pocos, aprendamos de la Historia. El odio repta como lengua de lava, pero irrumpe de viejos cráteres. No bajemos la guardia. También en esto hoy sabemos ahora un poco más. O deberíamos saberlo.