Cerrar

Creado:

Actualizado:

Iván Redondo es un espectro para el PSOE. El ex jefe de Gabinete forma parte del cementerio del olvido. Así es la política. De todo a nada. En el partido prefieren no recordarlo. Los mandatarios socialistas no quieren ni mencionarlo tras su reciente reaparición poniéndose «al servicio» de Pedro Sánchez. En lo que a ellos afecta, Redondo ha dejado de existir. Es más, el equipo que rodea al presidente del Gobierno desde Ferraz, con Adriana Lastra a la cabeza, no llegó a despedirse de él. Ni el clásico mensaje de cortesía se le mandó.

Máxima frialdad y, a día de hoy, indiferencia. Por más que quien fuera todopoderoso gurú juegue a mantenerse ante los focos con «unas cuentas batallas (por dar) y muchas etapas que se conocerán en las próximas semanas». En el entorno de Redondo se habla de la búsqueda de una «justificable desconexión» de la política para explicar su salida de La Moncloa. En círculos gubernamentales, sin embargo, insisten en que su alejamiento fue decisión personal de Sánchez. Poco importa ya. Tampoco si, como sigue sosteniendo el «fuego amigo», Redondo pidió a Sánchez librarle de una «humillación» permitiendo vestir su caída. «Tú mismo», cuentan que respondió un gélido Sánchez. Ya se sabe, en toda moneda hay una cara y una cruz.

De cualquier modo, los hechos son tozudos. El derrumbe de Redondo camina paralelo al de Sánchez. La hecatombe sufrida por los socialistas en las elecciones madrileñas del 4-M obligó a su líder a emprender una cruel remodelación. No tenía otra. Los recelos se habían disparado contra el asesor favorito. El ridículo del paseíllo con Joe Biden en Bruselas lo había dejado muy tocado. Sánchez vio que su comodín no era útil. El excesivo protagonismo del jefe de Gabinete, que llegó a crear un contrapoder en la sombra presentando en demasiadas ocasiones al propio presidente como un líder en sus manos, no podía terminar bien.

A día de hoy, cuando se pregunta a dirigentes socialistas sobre Redondo, todavía manejan la muletilla de «el mercenario». Esto da cuenta de los odios personales que llegó a atesorar en Ferraz. En este caso el único dispuesto a ensalzarle es un ya un finiquitado Pablo Iglesias por su decisivo papel en la moción de censura de 2018 de la mano de la alianza Frankenstein. Su intento de asomar la cabeza en la localidad guipuzcoana de Ordizia, aprovechando su nombramiento de Cofrade de Honor del Queso Idiazábal, no tuvo el eco mediático que esperaba. El Partido Socialista, para más inri, puso sordina al asunto.