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La Diada del pasado 11 de septiembre fue un acontecimiento multitudinario en el que miles de catalanes se juntaron para festejar su orgullo nacionalista. Sin embargo, algunos de ellos enmudecieron  Els Segadors  entre los altercados y los disturbios. Porque ya es costumbre que los contenedores ardan cada vez que las esteladas salen a la calle. Los trabajadores de residuos urbanos tienen que estar hasta las narices. Pero ¿Que te dice la patria? Nada. La patria es una entelequia creada por el estado para agrupar a los ciudadanos dentro de un territorio. Un país no siente ni llora.

El título de esta columna hace referencia a un cuento de Hemingway que leí hace poco  Che te dice la patria . El viejo americano cuenta la historia de unos sureños alemanes que viajan por el norte de Italia con destino a Florencia. En este periplo encuentran: «Prostitutas, fascistas y policías corruptos». Los tudescos al terminar reflexionan, «El viaje había durado solo dos días. Como es natural, con un viaje así no habíamos tenido oportunidad de ver cómo era el país, ni su gente». Especialmente en las tres últimas palabras está la clave: «Ni su gente». Un país no es una bandera, un himno, ni si quiera la política que abraza todo. La gente es el único reguero de nación que habita en un pedazo de terruño.

El nacionalismo es una ideología que, a diferencia de cualquier otra, no se puede defender a través del debate racional. Si yo te preguntara por qué eres español ¿Qué me responderías? Dos opciones. Porque nací en un territorio delimitado en una constitución. O bien, porque siento un amor wagneriano por mi país que rompe todo tipo de lógica. Amo a mi país ¿Pero que amas realmente? El socialismo o el liberalismo disciernen en cuestiones económicas a la hora de abrir un debate. El nacionalismo ni si quiera llega a plantear nada de eso. Lo único que persigue es un individualismo sectorial.

La economía es el motor que mueve las diferentes corrientes. Entre otras cosas. Lo que ocurre en Cataluña no es más que eso, intereses monetarios cruzados que se escudan en una bandera. Aunque funciona, en los últimos años los nacionalismos y la separación del estado centralizado triunfa en las regiones periféricas del país.

La única excusa aceptable para tanto orgullo y tanta bandera… El proteccionismo. Ante una ferviente globalidad que hace imposible competir con las grandes compañías enclaustrarte parece la mejor opción ante los gigantes americanos.

El regionalismo de los territorios más débiles es el mejor instrumento a la hora de combatir la globalización. En la provincia de León, regiones como El Bierzo ponen todo su empeño en defender el producto local, así como las tradiciones y su gente. Ahí es donde nace la verdadera lucha. Los artesanos, agricultores, ganaderos y obreros son la mejor arma para defender las regiones minoritarias. Los gremios y sus productos son lo que hace fuerte una región, no las 20 banderas, los gritos y los disturbios. Aunque gritar más alto parece que reverbera mejor por los pasillos de la Moncloa.