Diario de León

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Uno de los caminos que acerca a La Cepeda va por Antoñán, entre pinares adolescentes que asfixian el espacio de los barbechos centeneros, mientras anticipan lo que viene a la vuelta de unos años. De Benavides en adelante, tan inspirador como asomarse a Lourdes desde el Pirineo; de donde se hizo el milagro a donde se inspiró. Se sabe que es Cepeda por los tejados de pizarra a cuatro aguas, sobre casas robustas que aguantan los vientos dominantes, los aluviones de octubre, las heladas de doce meses. Por los aleros amplios, con holgura para dar vivienda de verano al inagotable censo de vencejos y guardar los ventanales del aguacero que va de frente. Se sabe que es Cepeda porque Cepeda guarda toda la esencia leonesa, mientras se avanza entre minifundios que resistieron la amenaza de la gran reforma agraria, de la que quedan vestigios en naves de hormigón abandonadas en mitad del escape nuclear que desató la migración de los ochenta. El monte que baja a acordonar el praderío, el maizal que escolta las cebadas, los huertos en las cabeceras de rompidos que parecen olvidados; las linares con patatas; las vacadas que despiden el sol desde los vagos. En las paradas de autobús de la Cepeda se presentan las cuentas del futuro en forma de megawatio calculado; a tanto por recinto, a tanto por paisano. Una veintena de plantas fotovoltaicas para llenar de espejos contra el cielo a una tierra que es el espejo de León. Mil cien megawatios pico en veinte kilómetros cuadrados de lomas reservadas para tener un lugar al que volver. Donde fluye la inspiración, y el arte de simplificar la expresión de la mirada. En los cartelones que publicitan al promotor de la carretera que fluye desde Omaña, alguien se encargó de corregir la impertinencia: Cepeda y León, pintaron, ahí según se deja atrás Villamejil, y se avistan las crestas de gallo de las Lavanderas, un balcón privilegiado para observar lo que se venía venir, para desgracia. Jamás una pintada acertó con un sintagma que explique mejor la posición social, económica y geográfica del territorio. Digamos, para ensalzar la ocurrencia del autor, que La Cepeda es a León lo que Ohio al termómetro electoral de USA. Que La Cepeda es el corazón entre extremidades, de Calzadilla a Balboa, de Villalís a Lario; el sístole y el diástole. Que Cepeda y León es un antídoto para fundaciones fantasma. Que León no está solo. Que tiene a la Cepeda.

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