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El PSOE quiere abrir una nueva etapa donde nadie sea imprescindible salvo Pedro Sánchez. Este fin de semana hará la puesta de largo del nuevo look en su 40º Congreso Federal. El líder socialista viaja a Valencia habiendo echado el cierre a la Ejecutiva con la que regresó a la cúspide del partido. Pocos dirigentes hay que en estas últimas semanas, «gratis et amore», no se hayan dado ellos mismos por amortizados. Ante la decisión del jefe de hacer una purga interna, mejor ponerse la venda por si acaso la sangre llega al rio.

A día de hoy, todavía restan piezas por encajar. Un hermético Sánchez guarda con celo los nombres que formarán su núcleo duro. La única información que sale con cuentagotas es que la guardia pretoriana de Ferraz va a ser más reducida. Muchos de los 49 asientos instalados hasta el pasado viernes en el cuartel general socialista pasarán a guardarse detrás de las cortinas. Nuevos rostros escoltarán a Adriana Lastra en sus nuevas funciones.

Algunos están muy interesados en hacer llegar a los medios que la vicesecretaria general ha gestionado mano a mano con el líder el ciclo por abrir. Veremos si no queda todo en mucho ruido y pocas nueces. Mejor les ahorro las conjeturas, a pocas horas de abrir la lata de la comida precocinada. La incertidumbre acompaña a la grey del PSOE. Van a ser jornadas tensas esperando que suene el móvil, para bien o para mal. «Torres muy altas han caído», me cuenta un veterano -¿ex?- dirigente: «Nadie está en condiciones de anticipar lo que va a pasar».

Cuando aún se está cuadrando el puzzle directivo del PSOE, el recuerdo de José Luis Ábalos revolotea por la cabeza de los mandatarios del puño y la rosa. Su salida sigue alimentando especulaciones. «Pedro dejó de querer a José Luis, no le des más vueltas», comenta mi garganta profunda monclovita: «Semanas antes de su cese, Sánchez había limitado los contactos con él», asegura. ¿Por qué? Cara de mus.

En cambio, hay figuras emergentes con plaza asegurada en el organigrama. Una es Félix Bolaños. El ministro de la Presidencia es el «nuevo prohombre» encargado de dar brillo al sanchismo a diez años vista.

Porque, asómbrense, Sánchez tiene en mente permanecer toda una década al frente de sus siglas. Poco le importa que coticen a la baja en los sondeos, salvo los del CIS. Y no crean que luego tiene pensado bajarse de la peana. No. Los que le escriben el relato ya elaboran otra temporada con él en Bruselas. La Comisión Europea puede echarse a temblar.