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Se nos ha deserotizado la televisión con tanto programa de cocina y se nos está deserotizando la vida de provincias con tanta despoblación, pues si, como sostiene Michel Houllebecq, el trabajo de los jóvenes consiste en incitar a la reproducción de la especie con su alegre exhibición desinhibida que va de la primavera al final del verano, tendremos que reconocer que andamos algo faltos de aleluyas en las calles. El turismo, eso sí, mientras dura, viene a paliar algo la tristeza del clima y la escasez de cuerpos vestidos para la alegría que echarse a la mirada en cuanto se sale de los circuitos de ocio alrededor de la catedral. Que los más ancianos del lugar hayan elegido la plaza de las Palomas y el entorno de trenecito turístico o «rutístico» como lugar de encuentro para sus pláticas y excursiones visuales demuestra, además de esa sabiduría que habitualmente se le atribuye a la vejez, la carestía que se padece en cuanto se sale del cogollito. No sólo de belleza, claro, pero también de ella.

Así no le debería extrañar a nadie que se haya caído en un bucle de desgana y tasas de natalidad que se derrumban como castillos de naipes ante la primera brisa que pasa. Que de la España vacía no tienen toda la culpa solo los que se van fronteras afuera, una buena parte es de los que han dejado de venir al mundo porque ya no se concibe como antes, con anteojeras y a la buena de dios, como si no hubiera mañana. Algo tendrán que ver que no hay mucho futuro laboral en provincias como León y el desarrollo tecnológico de las ciencias anticonceptivas, pero también faltan estímulos, incentivos y tentaciones dentro de lo público y moralmente aceptable. Ayudas a los emprendedores.

Por esta razón, sugerimos al ayuntamiento algo que no es mucho más surrealista que un mercado medieval, una calle mayor verde o intentar abolir barrios: que, en vez de esos habituales ataques de creatividad con tirabuzones, emplee algunos recursos en instaurar redes de belleza peatonal al menos durante las fiestas de guardar. Que se deje de melindres «pospos» y con cualquier excusa peregrina llene de guapas mozas y atléticos mozos las avenidas y paseos durante un fin de semana de este otoño en que ya se presienten los fríos. Porque aquí el invierno, como la noche más allá del muro que defiende los Siete Reinos, también es largo.