Perdimos Portugal
Debimos darnos cuenta cuando para que una carta fuera de Armunia a Trobajo del Cerecedo la maquinaria administrativa determinó que primero debía pasar por el centro de tratamiento automatizado de Valladolid. La obsesión por la centralidad, entendida como punto gravitacional sobre el que orbita el mapa autonómico, determina las políticas de desarrollo que en los últimos casi cuarenta años han trasladado hacia el sur el eje que construyeron los romanos con la excusa de hacer que todo pase por el Pisuerga. La estrategia, que se consagró en la red Cylog para convertir a León en un nodo secundario y que el corredor logístico prioritario subiera por Burgos hacia Irún, avanza una casilla más con la constatación en los Presupuestos Generales del Estado de que la autovía del Duero se convertirá en la gran apuesta de las comunicaciones con el norte de Portugal. Mientras para ocultar el vacío la pastoral socialista nos entretenía con el maná de los fondos europeos que regarán esta tierra, las cuentas del Gobierno condenaban la conexión leonesa con Braganza para ganar una posición estratégica en la bisectriz de comunicación de las fachadas del Atlántico y el Cantábrico. El impulso de la vía castellana de gran capacidad reafirma el plan de la Junta para marginar el paso por Rionor, Sanabria y La Bañeza con destino a Asturias que desde hace lustros reclaman los gobiernos portugueses, pero que aquí se ha entorpecido con la inestimable colaboración del consejero de Fomento, Juan Carlos Suárez Quiñones, y la cohorte de palmeros empresariales que le hacen coro cuando habla del trampantojo de la «capilaridad». La muestra de los más de 100 millones de euros consignados abunda en la táctica que ha relegado la plataforma de Torneros, a la vez que promovía el parque agroalimentario y logístico de Valladolid, y que enmarañó el corredor Atlántico para construir en Olmedo el by pass que derivará las mercancías ferroviarias por Zamora hacia Galicia sin atravesar por estas latitudes. Si le sumamos los cepos de las dos autopistas —por cierto, la del Luna debería levantar la barrera hoy, si el PP no hubiera prorrogado la concesión hasta 2050 o el PSOE hubiese cumplido sus promesas de eliminar el peaje— descubrimos cómo nos han quitado de en medio para que no estorbemos. Ya no nos queda ni Portugal.