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M ientras en Uvieu manifestábanse un pilón de paisanus y paisanes al grito de oficialidá pral’asturianu, en Gijón la plataforma Contra la oficialidad recogía firmas con sus «9 razones» pra ojetalu; entre ellas, que acabaría con la libertad lingüística y con los bables auténticos, además de crear barreras en la sociedad asturiana.

La bronca por la cosa se activó en los 90 cuando ya el filósofo Gustavo Bueno cabreaba al asturianismu replicando a su Bable nes escueles con un memorable Y gaites nes orquestes.

La nota de color púrpura-carmesí-magenta-rosa palo (las banderas leonesas ¿titubean?) púsola un grupeto cazurro que se sumó al desfile con dos pancartas: Llión pola oficialidá, Güei Asturies, mañana nós... y Ouficialidá ya proteición na nuesa llingua astur-leonesa, arrimando así a esas ascuas su sardina y hablando de «nación» al referirse a la región leonesa (¡alza el rabo, León!; ya no país, que sólo da paisanos, sino ¡nación! y así nos obligamos a ser nacionalistas). De ahí al imperiu imperiosu sólo va un saltito de historiador enardecíu y pagau. Ánimu, lo de nación ya está chupau. Y relamíu. Ahí vos quiero ver ensayando el paso del cencerro a la corneta, tan militar y papona.

Hasta hoy se opuso, pero no es casual que el Psoe astur pesque ahora en ese río de orgullos renegando de su expresidente del Principau, Javier Fernández, que decía: La oficialidad será muy mala para los asturianos porque no se les da el derecho a hablar una lengua, sino que le da a una lengua el derecho a tener hablantes obligatorios. Además, cegar los bables originales para decretar uno solo es como hacer desaparecer los 40 quesos asturianos (gamoneu, peñamellera, la.peral, monje, vexiga, afuega’l pitu, cabrales...) para reducirlos a uno solo y legislado: quesu d’Asturies... y amén.

Ahora sólo resta que, tras copiarles todo aquí, imiten también a los asturllingüistes fanáticus que, justo a las tres horas de saberse la muerte de Emilio Alarcos, estamparon gran pintada en el Campoamor: Alarcos, jódete... porque no me sería raro el verme en su día tal cual... en El Emperador, porfa.