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En esta sociedad ya de por sí saturada de todo, pasada de rosca y ansiosa a más no poder no paran de surgir nueva palabras. Como si no tuviéramos suficiente con manejar la terminología del día a día. Es difícil encontrar un hueco en la repleta capacidad de nuestras mentes para memorizar nuevos conceptos. Pero hace tiempo que el ritmo, lejos de bajar, sigue aumentando a pasos de gigante sin que seamos capaces casi ni de darnos cuenta. ¿Quién tiene tiempo o ganas de parar y a analizar lo que ocurre a nuestro alrededor? A ‘influencer’, hispter’ o ‘interfaz’ se unen ahora otras palabras de reciente creación —neologismos se llaman— que no sé si vienen realmente a enriquecer nuestro vocabulario o a dar la impresión de que avanzamos no se sabe muy bien hacia dónde. Una de ellas es poliamor.

Textualmente, es una relación amorosa que involucra a más de dos personas. Todavía no está incluido en el diccionario de la Real Academia Española, pero tiempo al tiempo porque su auge en los últimos meses ha llevado a la Fundación del Español Urgente a darle validez. Y eso no es poco. Lo que está claro es que el poliamor está de moda, especialmente entre los adolescentes. Yo hace tiempo que dejé la adolescencia y por eso quizás me sorprende tanto las nuevas interpretaciones y formas de relacionarse. Desde la perspectiva de las relaciones sin más, el poliamor parece interesante. Y hablo del amor fraternal, del amor entre amigos, del amor hacia los demás... Pero ya. Los jóvenes, sin embargo, no piensan lo mismo.

El Observatorio de Consumo Joven realizó recientemente una encuesta a jóvenes de entre 18 y 30 años que reveló que un 25% de ellos cree en el poliamor, en el que se incluyen también las relaciones íntimas y sexuales. Eso sí, las reglas hay que aprendérselas porque no todo vale en las relaciones poliamorosas pues la cosa tiene que ser consensuada. Yo lo que pienso es que hace tiempo que perdimos el norte y como no tenemos ni idea -porque nadie nos lo ha enseñado nunca- de querernos a nosotros mismos, buscamos incansablemente cubrir esa necesidad en los demás, en lo desconocido, sin darnos cuenta de que para aprender a querer a los demás primero tenemos que querernos a nosotros mismos. Yo respeto el poliamor, pero la casa hay que empezar a construirla por los cimientos, no por el tejado. Y el amor es demasiado importante para frivolizarlo. Empecemos a cuidar el amor en primera persona y luego compartámoslo con los demás. El que quiera