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Pedro Sánchez ha dejado Ferraz en manos de Adriana Lastra y Santos Cerdán. El equilibrio de poder entre vicesecretaria general y secretario de Organización parece clave, al menos para el futuro del PSOE. Con la caída a los infiernos de José Luis Ábalos, el control del aparato quedó en el aire. Lastra y Cerdán lo tuvieron desde ese instante muy claro. Y, la verdad, aprovecharon la ocasión, más aún viendo que Sánchez les concedía vía libre para llenar el vacío.

Ambos se lanzaron a la carrera: una, presentada desde su entorno como la figura «plenipotenciaria» en el cuartel general, y otro, ensalzado por sus próximos como omnipotente enlace con los territorios. Con el asentimiento del líder, la reacción fue inmediata y empezaron a disputarse apoyos para ir posicionando a su gente en la disputa por los puestos más relevantes. Los dos han sentado a algunos afines en la nueva Ejecutiva Federal. Así es. Y tampoco lo han ocultado.

Durante el 40º Congreso Federal de Valencia, Adriana Lastra y Santos Cerdán recibieron en sus respectivos despachos a distintos barones para atender sus demandas de cuotas de influencia en el organigrama.

En medio de tiras y aflojas, la vicesecretaria impuso a Felipe Sicilia como portavoz. Sumaba así los ojos de uno de sus leales al control de los pasillos de Ferraz. Pero el secretario de Organización ha logrado arrebatarle la gerencia de la formación -hasta ahora bajo la batuta de Mariano Moreno, hombre de total confianza de Lastra- para situar a «su» Ana Fuentes.

El temor en los territorios, se confiesa en «petit comité», es que se dispare la lucha entre facciones. Lastra contra Cerdán. Nunca es fácil saber cómo empiezan las peleas intestinas, pero, seguro, jamás es posible adivinar cómo van a terminar. Y ello, aunque la relación entre Lastra y Cerdán sea hoy por hoy la piedra angular de una maquinaria a la que le falta grasa para afrontar la carrera electoral llena de curvas que tiene por delante el PSOE.

Desde la cúpula, lógicamente, se envían mensajes de calma. De hecho, en público se trata de mantener el optimismo a fuerza de cábalas y de sumas o de teorías sobre la volatilidad del voto. Cuestiones, claro, que rechinan en unas federaciones con escasa confianza y cargadas de escepticismo a la hora de mirar los comicios que vienen. Todos se agarran al latiguillo de que «dos años en política son un mundo». ¡Ay, los sondeos! El síndrome del 4-M e Isabel Díaz Ayuso no deja dormir a los altos cargos socialistas.