La vaca repobladora
La familia real dejó a su paso por Santa María del Puerto —pueblo asturiano ejemplar con unas pocas hectáreas en León si se fía una del letrero— un mirador privilegiado dedicado a la infanta Sofía y la silueta de una vaca metálica con un texto grabado en sus lomos. La aldea fronteriza entre Somiedo y Babia fue elegida por la Fundación Princesa de Asturias para el homenaje anual porque «encarna el modelo de pueblo de montaña que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos» cambiando la trashumancia tradicional de los vaqueiros de alzada por una ganadería extensiva que favorece «la permanencia de parejas jóvenes, asegurando de este modo el relevo generacional de esta comunidad». Una estela de turistas siguió el domingo pasado a la visita regia.
La vaca es el motor de la economía local. El cencerro que inunda de música los valles. El turismo es el complemento. Un círculo en el que no puede haber remilgos a las boñigas ni a los domingueros. El abandono o la claudicación por inanición del sector primario en muchas zonas de montaña convierte en misión imposible su rescate del vacío, mientras aumentan sus posibilidades de ser pasto de negocios de alto voltaje o de convertirse en espacio asilvestrados en choque continuo con la escasa vida humana.
Los intentos por recuperar la mantenquera leonesa en el Alto Sil, Laciana, Babia y Omaña se miran en ese modelo de éxito de la Asturiana de los Valles. Copiar y pegar sería una mala solución. Como se ha visto esta semana en el III Congreso sobre Despoblación de Diario de León cada territorio necesita una respuesta a sus fortalezas y necesidades.
Las estadísticas condenan a la desaparición de la mitad de los municipios de León de aquí a treinta años. Los discursos y testimonios de la cruda realidad del mundo rural dejan entrever luces y soluciones a pequeña escala, sueños individuales y colectivos arraigados en el origen después de años de extrañamiento. La suma de mucha gente pequeña haciendo cosas pequeñas en lugares pequeños, que dijo Eduardo Galeano y recordó Javier Juanes, del Grupo de Acción Local Poeda, al reivindicar los territorios rurales como espacios de acogida.
Las instituciones van a la zaga, como los turistas detrás de la visita regia. La despoblación no es un problema de pueblos amenazados de muerte. La sociedad urbana, las megaciudades en particular, tienen que espabilar y asumir que también es su problema. Si no se toma en serio la escasez de materias primas, tanto energéticas como de alimentación, el colapso dejará de ser una profecía para convertirse en una realidad aplastante sobre la humanidad y al planeta. La buena noticia es que la lluvia amarilla que sepulta una época rendida a la desaparición, fertiliza las semillas de una incipiente esperanza. Y la novela de Julio Llamazares florece en el teatro.