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Hoy es el Día de Todos los Santos y mañana el Día de los Fieles Difuntos, aunque, a pesar de los matices, haya hoy cierto criterio unificador. Según se mire o perciba desde las creencias o enfoques personales. De cualquier forma, señalado el día como no laboral en el calendario, lo que, a mi juicio, confirma la raigambre, generalmente temerosa y ritual, que sobre la muerte se ha tenido entre nosotros. Nada digamos de lo que ocurre en algunos otros países, desde el folklore, el sentimiento, lo festivo, lo macabro, las pretensiones de comunicación con los idos… Es verdad que, acentuada una distinta percepción —más, creo, desde la pandemia—, las cosas han ido cambiando notablemente en los últimos tiempos, especialmente entre los jóvenes, con la progresiva sustitución de los comportamientos colectivos tradicionales por nuevos aires y celebraciones, generalmente de importación. Nada está escrito de forma definitiva, gracias sean dadas a todos los dioses, santos y difuntos. A ello contribuye, cómo no, la escasez de sacerdotes, con el consabido cambio de horarios y rutinas, especialmente en los pueblos.

Sigue siendo tal día como hoy práctica habitual entre nosotros, sobre todo entre las generaciones de mayor edad, la asistencia a los cementerios para llevar flores a los antepasados fallecidos y rezar junto a su tumba. Tal actitud está vinculada a la raíz cristiana de la conmemoración, que tiene su origen en el siglo IV, durante la persecución de los cristianos por parte del emperador Diocleciano. La propia evolución histórica ha ido añadiendo detalles a la fecha, por ejemplo las inevitables referencias gastronómicas. La fiesta, considerada como tal, se ha ido enriqueciendo y mutando a lo largo del tiempo. Subrayo dos anotaciones que me parecen significativas, en los pueblos sobre todo.

La primera bien podría referirse como Día de Encuentros de viejos conocidos que acuden al cementerio de la localidad desde diversos puntos de la geografía. A la razón primordial de la asistencia, basada en sus raíces originarias, se unen saludos, charlas y recuerdos compartidos. La segunda anotación tiene que ver con cierta acotación cronológica. Hay gentes que vuelven al pueblo, por ejemplo “desde San Juan hasta después de los Santos”. Esta fecha, cuando se intensifican los fríos, marca el retorno al domicilio capitalino o distante. Los pueblos se vacían. Es mayor la soledad de los muertos. Y de los vivos.