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El ser humano siempre teme al paso del tiempo y busca trascender, dejar huella mientras pone la ilusión en otro mundo, un universo paralelo y superior al que llamamos ‘otra vida’, más blanca y limpia de las bajezas a las que hacemos frente cada día. En el sentido filosófico, la eternidad es un tiempo que trasciende y no puede ser medido, un mundo ideal al que recurrir para no tener que enfrentarse a una realidad que duele y escapa al control individual. El consejero delegado de Facebook, Mark Zuckerberg, actualiza este concepto vigente en el subconsciente humano desde hace 300.000 años y lo llama metaverso, una existencia virtual creada por la tecnología que nace, en este caso, para hacer negocios. Un universo aparente que replica y va más allá del mundo físico. Definitivamente, si la humanidad necesita que haya un mundo más allá de este, a fe que lo habrá. Aparte de los conceptos teológicos de la vida, el cine siempre ha fantaseado con esta idea. En El Mago de Oz, versión cinematográfica del libro de L. Frank Baum dirigida por Víctor Fleming en el año 1939, se juega con la idea de que la realidad que vivimos no está en un lugar físico, sino que es un estado mental en el que las apariencias engañan. La más reciente Avatar de James Cameron lleva incluso implícito el mensaje del urgente cuidado medioambiental. La humanidad siempre busca respuestas donde no puede ni ver ni tocar. A este metaverso creado por la tecnología para hacer negocios le encuentro, como a todo, los dos lados a los que nos han enseñado a dividir el mundo, el bueno y el malo. La idea de las relaciones digitales pensadas sólo para exprimir las cuentas de resultados se olvida siempre de las consecuencias sociales y mentales en las personas. Según un informe del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea, el sentimiento de soledad en España ha pasado del 11,6% de los encuestados antes de la pandemia al 18,8%, con un incremento de 7,2 puntos. El fomento de las relaciones personales o profesionales a través de las tecnologías exclusivamente aumentará el nicho de personas solas, con problemas de salud mental, cada vez más conectadas a una ‘irrealidad’ virtual. Pero ¿qué será lo real? Aquí el cine ya ha dado respuestas con Matrix, escrita y dirigida por las hermanas Wachowski, en un mundo en el que los acontecimientos se crean y se controlan artificialmente. La tecnología construye y transforma las realidades. Hace más de 2.000 años, profetas y filósofos se subían a las piedras de las plazas de los pueblos para avanzar la llegada del fin del mundo y el nacimiento de una nueva vida. Puede que este metaverso que se nos anuncia sea el fin del mundo conocido y la llegada de otro. Y quién sabe si gracias a los hologramas y avatares técnicamente avanzados podamos reencontrarnos con nuestros seres queridos desaparecidos, sólo ahora posible en un mundo onírico.