Viejo poeta socarrón
Uno de los libros que más me han gustado del año es de poesía. «Pues no será de su querido Cervantes, versificar nunca fue lo suyo», aventurará el lector mordaz. Suyo no, sino sobre él. Amó la poesía y quiso que se le reconociera por esta, pero ha terminado siendo la desconocida de su obra, cuando no la desdeñada. También contribuyó él un poco, al escribir de sí mismo: «Yo, siempre trabajo y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo». Pura ironía. Sin embargo, no confundamos autor con narrador. Tampoco Chaplin era Charlot. ¿Acaso Cervantes no comparó su voz poética con la de un «ronco y negro cuervo»? El humor te lo puedes tomar en serio, pero nunca al pie de la letra. No se guaseaba de sus propios puntos débiles, sino de lo que se sentía seguro. Era necesario revisar su poesía, sin sublimarla solo por ser suya, ni subestimarla porque no es el Quijote. José Montero Reguera, catedrático de Literatura Española, en la Universidad de Vigo, leonés vocacional —estudió en nuestro instituto Padre Isla—, acaba de publicar «Miguel de Cervantes, el poeta que fue novelista» ( Sial Pigmalión ), en la colección que dirige Lucía. En el Siglo de Oro, la calidad de un escritor se medía por sus poemas. Un libro cómico como el Quijote -aunque sea mucho más que eso- le daba popularidad pero no prestigio. El virtuosismo en la métrica y el ingenio al plasmar conceptos jerarquizaban la mejor reputación, nos explica este reconocido filólogo. Siempre escribió versos y estuvo valorado como romancista. Pese a su amplio registro, no se adaptaba a lo nuevo, ni quiso. Montero Reguera aboga por valorar la poesía cervantina contextualizándola en su tiempo, no en el nuestro. Escribió versos geniales, buenos, regulares y hasta malos.
Creó la novela moderna, pero en poesía —aquí va otro anacronismo— se aferró al cine mudo cuando ya triunfaba el sonoro. Otra muestra de su gran libertad interior. Ah, viejo cabezota y socarrón, cómo no quererte.
«Miguel de Cervantes, el poeta que fue novelista», obra excelente ya desde el título. Las Humanidades no son el pasado. También este juglar de columnas se pregunta, a veces, si no estará escribiendo guiones de cine mudo en tiempos de sonoro.