Lluvia de plumas para M&M
Tenemos entre nuestras costumbres bañar con lluvia de arroz a los casados y chaparrón de confeti a los victoriosos futbolistas de la Champions. Todo ello, según recoge una tradición que a mí me agrada, es un remedo de la lluvia de plumas de gallina con que en Zambia recibían en las aldeas a los hijos que regresaban y a los poetas que habían sido esclavos en el Brasil, como a N’Goé, que sería quien puso letra al himno nacional del país africano, un bello poema que saluda a «los caminos abiertos en la noche» y del que el gran Álvaro Cunqueiro dijo acaso lo más alto que se puede afirmar sobre un texto: que era una de esas canciones «que obligan a un hombre a ser un hombre libre».
Una lluvia de plumas o un chaparrón de confeti propone uno para Luis Mateo Díez y José María Merino, no porque en años consecutivos hayan obtenido el Premio Nacional de las Letras, el más egregio de nuestra literatura, pero sí ahora, ya que se han hecho merecedores de este enorme galardón. Una tormenta de aplausos o una calle o una estatua, aunque no sean reyes feudales, sino escritores. Desde los poemas juveniles de la revista Claraboya y Señales de humo , desde su primera ficción hasta la última, Luis Mateo Díez ha erigido un mundo en constante homenaje a los vivos y a los muertos, que pone en conversación a lo que fuimos con lo que todavía somos. Por su parte, José María Merino, al que le nacieron en Galicia a causa de un exilio paterno y se ha hartado a defender causas leonesas junto a Juan Pedro Aparicio, entre otros, es un maestro del relato breve y un no menos afortunado novelista y ensayista, acaso el máximo exponente en nuestra lengua del manejo de lo fantástico. Por si fuera poco, entre sus incipientes libros de poesía hay uno, Cumpleaños lejos de casa , que es una maravilla desatendida. Miembros ambos de la Real Academia de la Lengua Española, se las han arreglado para llevar por el mundo con orgullo los filandones de nuestra tierra.
Una calle o una escultura para cada uno de ellos a uno no se le antoja demasiado, pero seguramente no tengamos políticos a la altura de las circunstancias, políticos que sean capaces de celebrar a aquellos que mediante su escritura llevan toda una vida ayudando a crear hombres y mujeres libres.