El apagón de cada día
Mark Zuckerberg promete vendernos un mundo gemelo digital mientras nos someten a la tensión del gran apagón. Nos venden duros a cuatro pesetas a cambio de una megadosis de miedo para sumar al miedo al virus. La realidad paralela que anuncia el metaverso ya existe. Nos asedia a diario. Cuando nos dicen que han abierto todos los consultorios de la Comunidad y saben que mienten dos veces. Una porque algunos ya estaban abiertos y dos porque otros muchos siguen sin abrir y no van a abrirse nunca. Sobre la base de una mentira se retira una reforma sanitaria que está abocada a ejecutarse por varias razones.
La primera porque los centros de salud, que son el eje de la Atención Primaria, se crearon hace más de treinta años y la población ha menguado en este tiempo lo que ya está escrito por activa y por pasiva. Dos, porque la reforma de facto se viene aplicando de forma agresiva desde que en 2011 la política económica se orientó a salvar el sistema financiero a costa de los servicios públicos y el bienestar general.
Tres porque en el furor del austericidio se olvidaron de formar profesionales para reponer a las generaciones que se van a jubilar en los próximos años.
Que la sanidad rural precisa un cambio es incuestionable. La cuestión es cómo hacerlo. Ahí es dónde está el reto de la política. Los últimos vecinos que quedan en los pueblos tienen derecho a una sanidad digna. No se trata sólo de hacer encaje de bolillos con los escasos recursos que quedan. Hacen falta nuevas medidas. Pequeños gestos como incentivar a los profesionales que residan en el medio rural pueden ayudar a mejorar la asistencia sanitaria y poner una pequeña semilla en el desierto de la despoblación. Amén de que esta política de incentivos debería aplicarse a otras profesiones que dependan del erario público, como defendió en León el fotógrafo que ha retratado el alma de la España vacía, José Manuel Navia.
Lo que es un peligro es que los mismos que quieren sacar adelante una reordenación sanitaria basada en la escasez de se ocupen de gestionar millones de euros para supuestamente luchar contra la despoblación. Falta una visión holística del mundo rural y la España vaciada y sobran hologramas.
Es hora de pisar tierra y acercarse a la realidad de la gente que vive pendiente de un apagón mientras se apaga la última luz en muchos pueblos y a muchas personas que no podrán encender ni un triste calefactor porque los precios de la luz, como la gasolina, la comida y todo lo demás andan desbocados y sin freno. ¿No será esto el apagón de verdad? La interrupción lenta y paulatina del acceso al bienestar. El alejamiento de cada vez más personas que se pierden en la niebla de la exclusión social. A este paso acabarán apagándonos y nos reemplazarán por metaversos.