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En un rincón del antiguo metaverso, León llegó a ser motor de cuatro tiempos. Tiran de gafas del sol de la realidad gemela para hacer que se vea tal y como quieren que se mire. Igual que Zuckerberg, además de alfalfa y carne sintética para almorzar, procuran contenidos al hueco que terminará por dejar el sálvame Cendón, de lujo. Luego, a quejarse por las encuestas, y porque llega Mañueco y atiza la gloria. Motor, motor, será del ventilador, si acaso, que arranca cuando la paila del radiador echa fuego por la boca. Si quieren aire fresco, aquí espera León, para el garbeo saludable. Vienen porque no están. Venir, implica cosas que simplifica el metaverso; con venir, son forasteros, del campo semántico de la indolencia. Vienen, pero no al médico. De ahí, la braquiterapia no encuentra sitio en los bajos del caule —otro nombre que no cuaja— con la uci mermada a la espera de ladrillos tabiqueros. No todo iba a ser tridimensional con el reparto de lana al pairo del Fortnite, o el criterio con el que el Minecraft de las consejerías entiende la justicia, donde el primero que aprieta el gatillo es capador. Por menos, la fiesta de la cecina de chivo acaba por parecer el máximo órgano entre congresos del socialismo leonés; san Froilán y la Encina, el aberri eguna; y Castrotierra, la cumbre cazurra del cambio climático. A fuerza de metaverso y de pasar la mano por el lomo, los leoneses ronronean como gatines. No echar la cosa a chufla, por si el metaverso, al fin, le permite disponer del megane y la kangú que le corresponde por derecho a cada pagano leonés, tras treinta años ininterrumpidos de tributos a la corporación castellanorenolesa que tumbó al león en la heráldica. El metaverso es el relato. No confundir con el planeta B, y otras fábulas de la factoría artesanal de Pastrana, vecino y concejal. Qué aventura territorial, ni qué gaitas, ahora que en plena Valduerna, sin cobertura y con fibra óptica, la pantalla de buceo deja sentir el aire del paseo Zorrilla, placebo del desayuno con diamantes en Nueva York, del tentador toda urbe será tuya, si te postras y me adoras, y otros pasajes metropolitanos que embelesan a los metapaletos de León, remisos a irse a Burgos a pasar el invierno. El que no tiene servicios es porque no quiere. A ver si llega a tiempo el apagón.