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A las mujeres que durante la Segunda República acudían a las tertulias del Club Lyceum de Madrid las llamaban despectivamente ‘las maridas’ porque la mayoría eran esposas de intelectuales. Pocos reparaban en que entre ellas había personas de la valía de María de Maeztu —directora de la Residencia de Señoritas que abrió el camino para que las jóvenes estudiaran en la Universidad y nunca necesitó a ningún marido que le diera sentido a su existencia— la poeta y traductora Zenobia Camprubí —mucho más que la mujer de Juan Ramón Jiménez— o las diputadas Victoria Kent o Clara Campoamor, que se adelantaron a su tiempo.

A las socias del Club Lyceum las llaman excéntricas y desequilibradas, o ‘liceómanas’. Incluso hubo un conferenciante, nada menos que el Premio Nobel de Literatura don Jacinto Benavente, que una vez se hizo el gracioso y rechazó dar una charla «a tontas y a locas» cuando le invitaron a a aquel «antro» femenino.

Gregorio Marañón, eminencia de la ciencia y la medicina, también aseguraba por aquellos años que las mujeres que triunfaban tenían «un carácter sexualmente anormal». En todas aquellas agitadoras, pensadoras, artistas o inventoras que habían dejado huella en la Historia detectaba Marañón rasgos masculinos; destacaban, venía a decir don Gregorio, porque tenían un poco de machos.

Estos días, Pablo Casado, líder del primer partido de la oposición, ha tildado de «aquelarre», o lo que es lo mismo, «encuentro de brujas», una reunión de mujeres en Valencia a la que acudieron la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz; la vicepresidenta de la Generalitat valenciana, Mónica Oltra; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; la portavoz de Más Madrid, Mónica García; y la diputada ceutí Fátima Hamed Hossain. Y en las filas de Vox, Jorge Buxadé ha ido igual de lejos y, como en tiempos del Club Lyceum, ha calificado de «fiesta de pijamas de charito» el encuentro «dantesco».

Voy a tener que recomendarles a los dos que lean un ensayo donde la escritora Mado Martínez le da voz a una serie de mujeres que han desafiado las convenciones de la Historia. Se titula Putas, brujas y locas , porque así las han llamado en distintas épocas. Y a ver si así dejan de llamárselo también en la nuestra.