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Pablo Casado ha invitado a León a sus presidentes provinciales a una fiesta de pijamas y Mañueco, también. El otro día decían que si tal, que quieren epatar al personal y volcarse en eso que llaman leonesismo útil, que no es más que manosear León para continuar con el pesebre. Así que creen que la ciudad es eso, la capital de las despedidas de solteras —en inglés lo llaman  hen’s party  y no me pregunten por qué— y que con un par de fotos en el Húmedo podrán desviar la atención de la hemorragia que vivimos.

Escuchaba el lunes a Juan Pablo García Valadés —el hombre que okupó la concejalía que Emilio Gutiérrez abrió para acabar con la cultura— y casi me convence. Decía lo mismo que todos pero con más elocuencia, que es lo que le sobra. A veces, cuando pienso que a la política van los menos listos, siempre sale alguien que me confunde, como Valadés. Decía que lo que nos tiene que importar a los leoneses no es que nos hayan movido de la encrucijada del noroeste, ni que nos hayan robado la adicionalidad de los fondos Miner, ni las cartas en las que animaban a las empresas a fugarse al sur, ese dumping político que padecemos desde hace más de 30 años—, no, no, de lo que tenemos que estar orgullosos es de tener una de las mejores educaciones de España. No sé si se refería a modales o a conocimiento del medio, pero se le podría decir lo mismo que a los hermanos Castro cuando hablaban de la medicina cubana. ¡Si no tenemos gasas para qué queremos cirujanos! Luego nos enterábamos de que los formaban para repetir ¿cómo decía el Ché? dos, tres Vietnam y así los mejores médicos del mundo se iban a Angola a hacer la revolución. Lo mismo que aquí, que también les llevamos a la guerra del paro.

Ha dicho un tal Casero que la reunión busca encontrar soluciones a los problemas de la España rural e interior y que —ya me dirán qué significa esto— «León puede servir de laboratorio de pruebas de políticas diferentes que conjuguen el desarrollo y la esencia de territorios vitales para el futuro del país. Pónganse en lo peor. Pensábamos que era una fiesta de pijamas y puede que todo esto sea un rito propiciatorio en el que nos sirven como víctima sacrificial.