Sin dirección de orquesta
Una nueva variante de coronavirus sudafricana ha entrado en Europa y amenaza de nuevo la salud y la economía. Los países europeos toman medidas y, como España, cierran el espacio aéreo con el sur de África para frenar la transmisión. El argumento de esta película ya lo conocemos y sabemos cuál es el desenlace. Cada vez son más los gobiernos de los países con una baja tasa de vacunación que amplían las restricciones.
España acelera las terceras dosis y Portugal, el país más vacunado de toda la Unión Europea, anuncia anticipadamente un nuevo confinamiento para después de Navidad. Un puzzle con demasiados colores y piezas que no encajan. La vacuna está en el centro de los debates. Las personas que nos hemos puesto en tiempo y forma la pauta recomendada podemos perder el pasaporte covid si no optamos a un tercer pinchazo mientras que en medio centenar de países de Asia, América Latina y África no han llegado ni al 10% del objetivo de la población protegida. ¿Por qué no hay una dirección de orquesta? Cada instrumento, en manos de profesionales competentes, suena bien, pero a destiempo y desacompasado, lo que hace que la mejor partitura se convierta en un auténtico fracaso. Lástima que el esfuerzo de la ciencia choque con el fracaso de la gestión global.
De la pandemia no salimos mientras haya países a los que la vacuna no llega, por mucho que a otros nos llamen a poner el brazo en repetidas ocasiones. Si no hay una buena dirección de orquesta para que la melodía no desafine, el concierto se malogra. Ni la economía, ni la salud, con un preocupante aumento de los problemas mentales, soportan ya más incertidumbres. Una de las grandes lecciones de esta pandemia es que el mundo globalizado ha dejado al descubierto su desequilibrio. No ha habido ni hay una respuesta rápida y unificada.
Una estrategia que parece pensada por el mismísimo virus: ‘Divide y vencerás’. A la lentitud del cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030) se une ahora otro reto, la vacuna universal contra el covid. La viruela mató a 300 millones de personas sólo en el siglo XX y afectó a millones de personas hasta que en 1979, gracias a que la vacuna llegó a todos los rincones del mundo, se declaró erradicada. Fue una gestión de éxito que dio sus últimos coletazos en 1977 por una cobertura sanitaria universal. Si la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha rechazado en numerosas ocasiones la dosis de refuerzo por innecesaria hasta que la vacuna llegue a todo el mundo ¿por qué la respuesta global no se encamina a ese objetivo y cada continente y cada país sigue pautas y ritmos diferentes? Esta orquesta desafina al mismo tiempo que una parte de la población se confía y se olvida de las medidas de prevención básicas que son eficaces para evitar el contagio.