Escuche y conozca
M e quedo con un cartélón simple de entre el montón de pancartas que exigían en las calles de Lisboa hace dos semanas una ley de eutanasia que, finalmente, despachó el presidente portugués dando carpetazo y veto por segunda vez sin siquiera abrir el portafolio para leer los argumentos que ahí reclamaban derecho a una muerte digna. No y no. Y ya sólo falta un tercer no para que cante algún gallo... ¿amanecerá entonces?...
Escute e conhoça , decía ese cartón como hablando a una pared: Escuche y conozca . ¿Escuchar?... mala época, nadie atiende... ¿y conocer?... todos saben ya todo... o de todo; y lo que no se sabe, los elfos de internet lo revelan al instante; ¿quién no tiene hoy una revelación cada poco?, ¿y quién humilla su pendón confesando no saber tal o cual cosa?, ¿y cómo se gobierna un país en el que todos tienen la última palabra y todas las palabras valen lo mismo?...
Mirad las caras de vuestros políticos en sesión de Cortes, sugirió Sócrates; ¿os dan la impresión de estar escuchando atentos a lo que habla otro o sólo están masticando una réplica ocurrente o buscando una tangente?...
Cuando en España no le escuchan a uno, siempre queda el ¡pues me van a oír! convirtiendo los verbos en puños o espetando el grito con que la tragedia griega insulta a sus dioses, aunque se sepa que el decibelio sólo consigue cerrar orejas y entendederas. Pero al menos os desahogáis, ¿no?, nos consuela el profesor. ¡Me van a oír!, qué gracioso. Esta es la razón por la que todo el debate político se os queda hoy en ruido, mucho ruido del que ya no se sale fácil condenándoos a buscar como críos irritables los argumentos más simplones o el exabrupto más sonoro; el vozarrón ofendido (mejor indignado) es muy útil en batallas de opinión para reventar al otro; de esta forma uno se queda muy ancho y se doctora con un «¡podrá decirse menos claro, pero no más alto».
Sabe Sócrates que el problema es viejo: «No escuchamos para entender, escuchamos para replicar»... nos fatiga el conocer al otro porque en lo suyo no podremos negar un trozo de verdad.