Alcaldes de Unicaja
Están todos los alcaldes «indignados» porque creen que la disposición de Unicaja es «moralmente indecente». Ya saben que la entidad que absorbió a Caja España y Caja Duero, luego Ceiss, luego ya no me acuerdo, va a eliminar las unidades móviles de los pueblos. «Despropósito» es otra de las palabras dedicadas a la banca andaluza por los ediles rurales —la mayoría del PP y PSOE— a los que les ha pasado como a San Pablo. La diferencia es que el recaudador se cayó del caballo y ellos no se bajan de la burra. ¿Hasta ahora? Ahora se ponen en plan estupendo para descubrir lo que siempre tuvieron delante de los ojos: que desde que los partidos se hicieron cargo de las cajas de ahorros, todo se convirtió en un convoluto, que diría Guido Brunner, ya saben, el alemán de la Seat.
Así que el músculo financiero, como decía Herrera, se fue quedando sin fibra a medida que los partidos de entonces —los mismos que los de ahora— se hacían su particular ordenación territorial a costa de los impositores. Esto lo explicaba muy bien Camino Gallego, pero entonces los alcaldes a los que ahora se les llena la garganta de «vergüenza» lo veían todo fetén, como las dietas, los kilometrajes, los créditos blancos a empresarios amigos y las obras faraónicas que sólo servían de pasto para los eclipses financieros.
Advierten de que van a seguir el razonamiento del nuevo presidente autonómico del PSOE y prometen ponerse en «pie de guerra».
No han dicho aún si van a quemar sucursales, pero sí que sacarán todo su dinero de la Caja, que es como cuando yo voy a mi banco a pedir que me regalen las sartenes. De lo contrario, me voy con otro , les digo con cara de mujer en apuros. No cuela.
Si todos estos alcaldes quisieran defender los intereses de sus vecinos tendrían que vaciar la cuenta de su partido, irse —si me queréis...— porque obras son amores y aquí el culpable de que hoy no haya ni bancos, ni consultorios, ni escuelas ni nada no es Unicaja, sino los de la implantación territorial. Así que, dejen el PP y el PSOE o dejen de marear la perdiz.