Distancia social
E l alféizar de la ventana de enero revela las huellas que San Silvestre descuidó en la escarcha. El año II d. C (después del covid), de acuerdo a la cronología moderna, se presenta en el umbral todavía con las deudas de su predecesor pendientes de pago. El salto, que libra la grieta abierta en el pellejo de la última uva, nos mete en 2022 con la luz, los peajes de las autopistas, las cuotas de los autónomos, el impuesto de matriculación, los carburantes y hasta la bombona de butano en la cola de los acreedores que vendrán. Habrá más. Los precios retrepan por encima de la miseria que empieza a despuntar más allá de los subsidios de una sociedad que terminará por rebelarse cuando se dé cuenta de que el Estado no garantiza el bienestar. La anualidad que vencerá por fin al virus, condenado a reducir de manera progresiva su carga letal para sobrevivir como un parásito obligado más dentro del catálogo ordinario que engorda las necrológicas desde la esquela de Adán y Eva, arrojará a la población a un escenario en el que evaluar todos los eslóganes simplistas que se venden desde los despachos de las administraciones públicas. Nadie se iba a quedar atrás, pero si echan un ojo por el retrovisor verán cómo empiezan a arrumbarse a los lados del camino los que no aguantan el paso que marcan las grandes corporaciones, los grupos de poder y las empresas que desatan en bolsa la voracidad de sus cuentas de resultados. Empezaron por pedir distancia social y han terminado por imponerla.
El envite de 2022 encuentra aquí un marco con tendencia a la ruina en el que cebarse. La radiografía económica provincial muestra un esqueleto que se sostiene apenas por el amparo de las clases pasivas y la estructura del funcionariado que da servicio a una sociedad cada vez más envejecida. No hay alternativas industriales, ni voluntad política para atraer inversiones estratégicas que puedan revertir la situación por el momento. El hueco del carbón se abisma en el fondo de las cuencas, pero el eco de su vacío resuena en toda la provincia, mientras se agita el espantajo de una nueva reestructuración de la minería cuando la primera no pasó de construir pabellones deportivos en los que ni siquiera quedan niños para jugar. Con todo, el nuevo año alimenta la ilusión por renacer. Quizá, ahora le toque a León.