El futuro es un chasco
Si en 1985, el año en que llegué a León, me preguntan cómo me imaginaba la vida en 2022 habría descrito un mundo en el que los robots nos bajaban a comprar el periódico. Ahora, este futuro ha resultado no ser así, incluso es posible que ni el pasado fuese lo que hoy creemos que fue. Menudo chasco. Sin embargo, ir por la calle con mascarilla nos hubiese parecido más propio de 2380, año arriba o abajo. ¿En qué nos hemos desviado para vernos en este planeta tan caótico? Algo tuvimos que hacer mal. ¿Qué escribimos sin hache y la llevaba? ¿Qué hemos sumado cuando debíamos restar, o al revés? Este año tendríamos que habernos puesto todos de acuerdo y pedirle a los Reyes Magos un futuro mejor para nuestros hijos y nietos, aunque no fuera pluscuamperfecto. Por cierto, ahora le preguntas a una criaturita qué le ha pedido a sus majestades y te puede espetar: «Unos millones de esos que el emérito le regala a Corinna, a ser posible en criptomonedas que son más fáciles de mover en los paraísos fiscales». En fin, pensar que cuando me preguntaban qué quería ser de mayor contestaba: «Supercalifragilisticoespiadiloso». Pardillo de mí. Ya lo he contado, en la preadolescencia vi la película Hace un millón de años , en la que Rachel Welch lucía un bikini de cocosaurio, y cambié mi vocación: en el futuro quería ser prehistórico. Creo que lo conseguí. Hoy los críos quieren ser superhéroes de la Marvel, pero no los personajes sino sus actores, porque a estos les pagan un pastón y la mayor parte del trabajo se la hace un ordenador. A nuestro Tarzán, en cambio, para que hiciese su grito —pardillo de él—le pisaba el elefante.
Quizá este siglo venía ya con defecto de fábrica, quizá hemos sido nosotros quienes nos lo hemos cargado. Tampoco es que las instrucciones viniesen muy claras, pero algo hemos hecho muy mal. El XXI chirría.
Sin embargo, aún le dejaría a la condición humana las llaves de mi coche nuevo. «¿Y si lo devuelve con abolladuras?», me dirán. Un trastorno, en efecto. Pero muchos aún preferimos vernos decepcionados a decepcionar. En efecto, solo el amor —y sus sinónimos— no ha resultado un espejismo. Incluso aunque aquel futuro imaginado haya resultado un gran chasco. Pardillos de nosotros.