Ministros de atrezzo
La reforma laboral ha dejado en cueros al multitudinario Consejo de Ministros, que otra vez ha sido un elemento decorativo en manos de Pedro Sánchez. El 28 de diciembre Yolanda Díaz presentó en rueda de prensa «su» nueva legislación. 44 folios entre las manos. Sin embargo, el BOE tardó aún 48 horas en publicar el real decreto. El retraso se adjudicó oficialmente a que debía hacerse una pormenorizada comprobación del texto. ¿No se había revisado antes? Sorprendente.
En realidad, la cita semanal del gabinete es una suerte de atrezzo. Los documentos que tienen ante sus ojos los ministros sufren luego modificaciones de todo tipo. Es una práctica habitual de Sánchez utilizar como figurantes a sus 22 «ayudantes» con cartera ministerial. Lo que rubrican se cambia después sin rubor. Esta vez, por ejemplo, el entorno de Díaz echó la culpa de la prórroga a las Navidades. Curioso. Porque la vicepresidenta segunda y titular de Trabajo en ningún caso había contemplado esa tardanza en la publicación. «Cada precepto está, con sus comas, verbos y subordinadas, pactado, medido y repensado», tuvo que mantener precisamente el día de los Santos Inocentes.
En el palacio presidencial se retuvo el documento firmado entre Gobierno, empresarios y sindicatos. A Sánchez no le tiembla el pulso ante este tipo de prácticas. Si bien en la coalición gubernamental chirrió que se empleasen esos modos en un asunto que servía a Díaz como trampolín en la carta de presentación de su proyecto político. Curiosamente, los socialistas utilizaron las horas ganadas desde La Moncloa para pisar el barro mediático y dejar claro que el éxito era de todo el Gobierno. Además, por supuesto, para ensalzar el papel jugado por Nadia Calviño. La vicepresidenta primera es «nuestra baza», se repite machaconamente desde el PSOE, más aún desde su elección como presidenta del comité responsable de las políticas del FMI.
¿Quieren así robarle protagonismo a Yolanda Díaz? Seguramente. Aunque lo mollar del tema es que el real decreto se aleja mucho de la prometida supresión total de la legislación laboral de Mariano Rajoy y Fátima Báñez, que en estos años ha credo 3 millones de empleos. La misma Díaz debió justificarse hablando de «derogación política» de una parte solamente. Vamos: un querer y no poder. Eso sí, jamás reconocerá que su archienemiga Calviño le ganó finalmente la partida, aunque se sirviese para ello de los Fondos Europeos. Que son palabras mayores.