Diario de León

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Trasladar del dicho al hecho la multimillonaria ayuda europea (140.000 millones de euros) a los proyectos de recuperación económica es la gran asignatura de este país. Convertir en resiliencia (dará grima el término, pero hay que prestarle mucha atención) la pretendida transformación del modelo económico es la base en la que anclar un futuro con posibilidades. Conseguir que el impulso a la recuperación llegue a quienes sostienen el tejido empresarial (y del empleo) es la clave del éxito de toda esta macro operación que se pergeña en lo global, pero no tiene sentido si no florece en lo local. Comenzar tropezando en la endémica incapacidad para gestionar con solvencia siquiera lo que es para el propio bien es el error indolente que no podemos permitirnos. El antídoto no está en el suspiro, la queja y la resignación. No hay colectivo económico y social, y desde luego administración en escala alguna, que pueda permitirse el lujo de no apretar las tuercas sin descanso en este proceso de supervivencia.

De momento hay que lamentar la poca implicación local en este tejemaneje. Aquí no cabe el servilismo político ni la cerviz baja ante intereses territoriales superiores. León se juega demasiado, no caben el apocamiento y los complejos, no hay nada que dejar para mañana, ya vamos tarde.

El primer informe de la Ceoe sobre el seguimiento de los fondos Next Generation es demoledor. El recién terminado 2021 dejó 400 convocatorias por 9.300 euros. Sólo 104 millones han llegado a las empresas. Un 2%. A las pymes, migajas. Los plazos de presentación (algunos de 8 días en agosto) y las exigencias de cofinanciación abortan buena parte de las ya valientes y limitadas iniciativas de pequeños emprendedores. A mayores, las convocatorias se diseñan a nivel nacional, con nula atención a la especificidad de cada territorio. A realidades sociales, económicas y territoriales como León este marco les dibuja un panorama sombrío, cuando más necesitan una red que estructure y aúpe sus históricamente pisoteadas expectativas. Sus derechos.

Nadie vendrá a entregarnos nuestro trozo de la tarta. Ni a llevarnos de la mano a la caja de los fondos para construir el futuro. Si ni aún ahora somos capaces de superar paletadas y vaguerías, saltar guerrillas que no son las nuestras, y hacer esforzado frente común para guiar y reivindicar propuestas que alimenten esta tierra, quizá ya no estemos a tiempo. No de los fondos europeos. De nada.

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