Inmatriculándolos
Como verbo, inmatricular se nos hacía exótico o raro hasta que una ley rastrillo de Aznar permitió a la Iglesia inscribir como propio todo inmueble o bienes que anduvieran en algún limbo catastral o en vecindad con lo suyo como quien dice arrímame ese mojón a propios o ese frontón que toca el ábside también es mío. Y como saltaron por doquier denuncias de inmatriculaciones impropias y apropiaciones de ajeno hechas con la buena fe que se gasta san Descaro, y aflorando demasiados casos de incontestable rapiña, la Iglesia española le ha dicho el otro día al Gobierno que está dispuesta a devolver unos mil de estos bienes mal inscritos o descuidadamente inmatriculados, la mayor parte de ellos -qué casualidad- en tierras de León y Castilla, Castilla-León que se decía, Casti.llión ahora, como si aquí perviviera una antigua impunidad eclesiástica de fuero abacial y comendatario, aunque la verdad es que todo este bendito pillar lo ha sido gracias a la despoblación que tantas veces no deja nadie para echar un ojo o alzar la voz... y gracias al tuya-mía-tuya-mía que gobierna hoy tantas juntas vecinales fuera de foco, menos para la vista de largo alcance del ave rapaz y de la tropa descuidera.
Algunos pocos casos de estos hubieran sido incluso explicables -diez, quince, dos docenas-, pero mil es una cifra que destierra las casualidades o los errores de floja voluntad. Y recuérdese que se inmatricularon desde una tapia medianera hasta una mezquita en Córdoba aplicando ad pedem literae la vieja norma: De la alforja hasta el jumento todo es bueno pal convento .
¡Ya les vale esa gana vieja de apañar títulos de propiedad!, cree Peláez; Iglesia y diócesis no alcanzaban a cuidar su abultado patrimonio y ¿piden más para reclamar al final al Estado que lo restaure o mantenga?... Otavito pregunta qué fue de aquel mandato evangélico: vende lo que tienes, repártelo entre los pobres y sígueme. Y Sócrates ironizó recordando a Viñayo en un célebre debate: Claro que ese patrimonio es del pueblo... ¡del pueblo de Dios! ... y dilema resuelto... astuto y fino abad.