El disputado voto
El disputado voto del señor Cayo alienta el tedio de una campaña que nace ya con más dejes que un chiste de Chiquito. La carrera electoral por los pueblos alimenta los caladeros en los que se ceba la munición de los memes, donde aparecen los candidatos retratados con su atrezo de chalequín por encima del jersey de pico, pantalones pesqueros cogidos un dedo por encima del tobillo y castellanos encerados con borlas, mientras evitan mancharse con el abono de la cuadra al arrimarse a los pesebres y arrugan el ceño para fijar la mirada en los animales, sin saber diferenciar los atributos del toro de los que le cuelgan a la vaca. La fiebre de los cosmopaletos políticos alimenta el mediodía de las localidades rurales en estas dos semanas en las que se exhiben sin miedo al ridículo para intentar colar su discurso campechano. No escatiman ni un esfuerzo los turistas de campaña. No hay reto al que no se atrevan, convencidos de que en la campaña se medirá la fuerza decisoria de la España Vaciada, tan de moda en los discursos, pese a que acumulan más votos las comunidades de vecinos de la avenida Padre Isla que el partido judicial de Cistierna entero.
La realidad rural limita con la percepción de estos políticos en campaña, que no dejan mucho rédito por donde pasan, ni se les espera hasta la próxima cita de las urnas. Su distancia provoca que la mayoría de las propuestas parten de una visión urbanita que no tiene en consideración el día a día de los pueblos, sino que se basa en una foto fija de fin de semana en casa rural para establecer las necesidades que tienen los turistas, no los problemas que acucian a los vecinos. Pero no importa. Se ajustan al chiste del candidato que prometió un puente en mitad de un mitin, antes de que el asesor se acercara para informarle de que allí no había cauce fluvial que salvar. «Pues os haremos un puente, cuando traigamos el río», remató. Con esas trazas, esta semana Pablo Casado volvió a pasearse por el pueblo de su padre, Matadeón de los Oteros, para dejar una intervención de antología del humor en la que se despachó con el apunte de que antes en esa zona «muchas veces no había agua» y los paisanos soteranos tenían que «beber vino» y desayunar «sopas de ajo». Esa sí es una buena promesa electoral. Aunque nunca sabrán para qué sirve la flor del saúco ni entenderán que el señor Cayo podría vivir sin ellos, pero ellos no podrían vivir sin el señor Cayo.