La estulticia del trampantojo
En la redacción del Diario tenemos una compañera a la que siempre le gustó el término estulticia. Para evitar sorpresas ingratas, antes de empezar a escribir esta columna, opté por ir directamente al Diccionario de la RAE y transcribo la definición que incluye, tal cual: «Necedad, tontería». Google va un poco más allá y lo perfila como «ignorancia, necedad o estupidez de una persona».
Aprovechando que tenía el Diccionario a mano busqué otro término también muy de moda últimamente: trampantojo. Y el resultado fue el siguiente: «Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es».
Con esos ingredientes guisé el título de este artículo con el que pretendo hacer un homenaje a las tonterías políticas guiadas por el más puro trilerismo que estos días se hacen más intensas.
Se ha hablado mucho de aeropuertos sin aviones, de carreteras sin coches y de todo tipo de artefactos de inventos pagados con el dinero de todos que acabaron aparcados en el arcén de la inutilidad. Pero entre ellos, y visto lo ocurrido con los recientes mítines, me quedo con ese gigantesto trampantojo que es, a estas alturas la planta de investigación de la captura del CO2 que se construyó para la Ciuden en Cubillos del Sil. Busco el dato de lo invertido allí, dijeron que para salvar las minas, pero en las comarcas como sigan así las cosas, con la ‘transición justa’, no va a quedar ni el soldado Ryan. Y me choco con una factura de 115 millones de euros, casi 20.000 millones de las antiguas pesetas. Un derroche económico convertido en monumento inmenso a la estulticia política.
El trampantojo de Cubillos quizá sirva, al menos, para tapar lo que queda detrás. Esa gigantesca cicatriz en la que se ha convertido Compostilla II. Para la que venden miserias como alternativas, basadas en proyectos de reciclaje, quizá para dejar claro que todo lo ocurrido es una auténtica m... (perdón).
El domingo vino Pedro Sánchez. Tenía asuntos de sobra para marcarse algún compromiso, al estilo de lo que ofrece en otras tierras, y especialmente en Cataluña. Pero se nos fue, poniendo en evidencia la estulticia de quienes le aplaudían. Se atrincheró en el trampantojo de ofrecer ‘esperanza a los jóvenes’ y ‘confianza en el desarrollo’... así, sin sonrojarse. Gracias al Falcon ya ni tuvo que dormir en el hotelito que suple a San Marcos.