Diario de León

Creado:

Actualizado:

Ocho segundos de ritmo. Tres segundos de voz. Abro un libro que me quema en las manos. Leo un párrafo que habla del desarraigo —«cada día un poco más fuerte y ramificado, como un invisible árbol de la muerte»— de una mujer que se expresa en francés y en perfecto castellano.

Esa mujer, que se ha ido de su casa en Marsella, todavía es una jovencita y se levanta de un taburete en un bar de Madrid que aún existe en la zona de San Bernardo. El camarero le ha servido un café con leche —todavía no se la han llevado los demonios de la noche— y uno doble a su acompañante. Los dos se disponen a cumplir con un ritual.

Esa mujer, que muchos años después será incinerada con una novela de Fernando Marías en las manos, se llama Véronique, Verónica en castellano, y echa una moneda en la ranura de una gramola que hace sonar una canción de moda de un musical americano. Ocho segundos de baile mínimo. Tres segundos de la primera estrofa en su boca, que todavía no ha probado el alcohol. Tú eres lo único que quiero, se titula la canción en castellano. Y aunque su acompañante, que aún no es escritor, detesta todo lo que tenga que ver con la película, en esos once segundos luminosos el cielo gris verdoso de Madrid en los días de la Transición «se torna en Cinemascope y Technicolor».

Muchos años después, ese chico que la mira deslumbrado desde la barra, con un café doble porque tampoco se lo han llevado los demonios de la noche, confesará que mientras contempla a Véronique en aquel bar de San Bernardo está viviendo uno de los momentos más plenos de su vida. Aunque no sepa bailar.

Y cierro el libro porque me quema. Cierro el libro, una pesadilla de vino y rosas, expiación y penitencia de su autor; el escritor Fernando Marías, que ha muerto en Madrid a los 63 años y no puedo saber si lo han incinerado con una novela suya entre las manos porque en el tanatorio, el ataúd que atrapaba su último sueño, su sueño más largo, estaba cerrado.

tracking