Tortura invernal
Lo del precio del gasóleo es una vergüenza. Me refiero a lo que hay que pagar por el combustible en general y por el de calefacción en particular. Odio quejarme pero, aunque es un asunto que me afecta, pongo el grito en el cielo sobre todo por otras personas. Mal que bien, el gasto de calefacción es una auténtica tortura durante los meses de invierno y eso que hace tiempo que el frío ya no es lo que era, pero se asume como cualquier otra penitencia. El que pueda, claro.
Sin embargo, hay gente que ni siquiera haciendo un esfuerzo puede permitirse semejante lujo. Pagar el litro a cerca de un euro es una aberración y convierte un bien básico como no pasar frío en tu propia casa en algo inalcanzable para muchos,
De dónde venga el problema y de si en Ucrania o Rusia está el foco no es el quid de la cuestión. Vayamos a lo importante. Que se lo cuenten a la gente mayor de los pueblos, por ejemplo, a las que no les llega la pensión ni para lo justo. Prueben a hablarles de los problemas del petróleo y de que hay una guerra energética en ese lado del mundo, ya verán qué recristos. Y con razón.
La pobreza energética es una realidad. Gente que pasa frío y que no puede pagar los recibos de la luz o del gas porque no les alcanza. Y hablo no solo de gente de que no tiene ingresos, sino de personas que trabajan, que cotizan a la Seguridad Social o que reciben una paga por jubilación. No es algo que sufran unos pocos. Gente que no tiene una casa confortable porque no pueden pagar lo básico.
A mi me parece realmente grave esto que les cuento. Es un asunto tan delicado como triste.
Para eso tenemos a unos gobernantes que prometieron solucionar nuestros problemas y hacernos la vida un poco más fácil, aunque no lo parezca. Y el de la pobreza energética es un tema que urge una solución. Lo mismo o parecido pasa con la luz, que ahora hay que levantarse antes de que salga el sol para poner la lavadora.
Así que el que tenga que solucionar esto — el de aquí al lado, no echemos balones fuera— que se pongan manos a la obra. Y no nos hablen de los combustibles del futuro, sino de las soluciones del presente.