Cómicos de la legua
Amores que nacen y mueren en los caminos, una compañía de comediantes que malvive representando bufonadas en los bares de los pueblos, cada día más arrinconada por el empuje del cine. Y la miseria, física y moral, de la posguerra.
El viaje a ninguna parte es el título de una novela de Fernando Fernán Gómez que el propio escritor, actor y director convirtió en película a mediados de los años ochenta; un clásico del cine español que estrenó los premios Goya y que gana hondura cada vez que vuelvo a verla.
El reparto de aquella historia de trashumancia es espectacular. Además de Fernán Gómez —conmovedor en las escenas donde descubre que el cinematógrafo les está pasando por encima, que el tiempo se va, que la vida se agota—, José Sacristán en el papel de su hijo, Juan Diego, María Luisa Ponte, Enma Cohen, Agustín González, Miguel Rellán y unos jovencitos Gabino Diego y Carmelo Gómez en sus primeros papeles, calan en la memoria del espectador.
Son los últimos cómicos de la legua, así llamaban a los comediantes nómadas que durante el Siglo de Oro recorrían los pueblos para entretener a sus vecinos con su teatro itinerante. Bohemios de vida licenciosa y moral dudosa, pícaros ambulantes de los que uno no se podía fiar del todo —ese era el estigma que arrastraban—, tenían por ley que acampar a una legua de la localidad donde actuaban para no mezclarse con los lugareños. El viaje a ninguna parte se rodó en lugares que hoy forman lo que se ha venido en llamar la España Vacía, o la España Vaciada. La España sin gente, en cualquier caso. Lugares de ninguna parte en las provincias de Guadalajara, de Toledo y Segovia.
El viaje a ninguna parte podría ser el viaje hacia la muerte que todos emprendemos, pero por el camino nos queda mucho teatro. Muchos libros. Y mucho cine que ver. En Ponferrada somos afortunados esta semana. Ayer vimos el documental que la nieta de Fernán Gómez, Helena de Llanos, ha rodado sobre su abuelo. Y esta tarde está programada en el Teatro Bergidum la adaptación teatral que dirige y protagoniza Ramón Barea. Viaje a alguna parte , ha titulado De Llanos su película documental. Porque después de todo, su abuelo —cómico, titiritero ambulante— no se quedó en tierra de nadie.