El virus de la guerra
Cuando creíamos que después de dos años lo habíamos superado, vuelve el lenguaje bélico. La comparecencia en rueda de prensa del presidente del Gobierno Pedro Sánchez el 3 de marzo tras la visita a la sede del Grupo Especial de Operaciones (GEO) para hablar de Ucrania me recordó a las sufridas durante los primeros meses de la pandemia. Tras los desastres provocados por el virus, Europa se enfrenta ahora a otro desastre, pero con un enemigo visible también de consecuencias imprevisibles. Otra vez vuelven los mensajes de unidad para combatir a un enemigo común. Otra vez se apela a la solidaridad y a la defensa comunitaria y, de nuevo, se nos advierte del desastre económico que se avecina. Cuando todavía no nos hemos recuperado de una batalla llega una guerra que, al parecer, nadie vio venir. E irrumpe con fuerza con el riesgo de llevarse por delante al mismo perfil que resultó más atacado por el virus, al de una Europa envejecida y dependiente. Es una historia conocida. En el campo de batalla no hay buenos ni malos, sólo víctimas. Nadie esperaba ya que en Europa se desencadenara una guerra como la que se libra en Ucrania, atacada por Rusia. O mejor nombrar al enemigo por su verdadero nombre: Putin.
La noticia ahora no está en las ucis de los hospitales, sino en los tanques y los bombardeos; ni tampoco en las residencias de mayores, sino en las largas colas que se forman en la frontera de Ucrania con Polonia, con cientos de miles de personas que intentan salvar la vida, aunque eso signifique dejar atrás todo lo que conforma la propia existencia.
Hemos intentado enseñar a nuestras hijas a resolver los conflictos sin violencia, a utilizar los argumentos y la diplomacia para no encallar los problemas, y respetar lo diferente, aunque no se comparta. Volvemos a ver, por desgracia, las consecuencias de la ausencia de entendimiento y diplomacia. Ahora asistimos perplejos a una guerra que, por cercana, nos horroriza aún más porque nos sentimos amenazados. ¿Cuál es la mejor decisión? Pase lo que pase a partir de ahora ya nos preparan de nuevo para lo peor. Y para analizar lo peor hay que tener presente que seguimos en una pandemia por un virus que todavía infecta y mata en todo el mundo, con catorce países que aún no han vacunado ni al 40% de la población. En Ucrania han muerto casi 113.000 personas en los dos años de pandemia, según los datos oficiales de gobierno ucraniano, y el país tiene actualmente una incidencia de riesgo alto, con 451 casos por 100.000 habitantes. En las imágenes del éxodo hacia Polonia apenas se ven mascarillas. El horror de la contienda supera el miedo al virus. La coincidencia de las dos guerras, la que se libra en el campo de batalla en Ucrania y la que sigue contra el virus en el mundo, puede tener consecuencias no sólo económicas todavía no calculadas.