Confundir agresión con guerra
La patada literal que le ha dado Putin al tablero mundial aún plantea incontables incertidumbres. Sin duda, eligió el momento más dañino, con las cosas tambaleándose por el tsunami del covid, del que aún siguen llegando oleadas, al menos en lo económico y en la erosión al tejido social.
Probablemente éste sería un buen momento, al observar a los que se esfuerzan por desequilibrar las cosas, para afanarse en determinar cuál es el verdadero origen del bicho que tanto daño ha dejado. Sabemos que tiene el adn del otro gigante autoritario del Planeta y quizá sería bueno, visto lo visto, apurar un poco más las pesquisas.
Lo que sí podría caber es una cierta lectura positiva de lo que está ocurriendo con Putin, pero únicamente en lo relativo a nuestras sociedades llamadas occidentales. Cada día que pasa, el genocida ruso pierde efectivos en sus ‘trincheras’ de defensa. Como le ocurrió hace poco a Pablo Casado, se disuelven como un azucarillo los frentes de biempensantes que se ponen de perfil para intentar justificar el fuego propio —nunca mejor dicho— por aquello de las metas y de los paraísos siempre soñados.
Vivimos días intensos, en los que se facilita también el altavoz a personas interesantes. Varias premias Nobel del Este de Europa comentan que «el homo sovieticus no ha muerto» y que «la gente que ha pasado tanto tiempo enjaulada como nosotros, los europeos orientales, no sabe lo que significa ser libre».
Quizá ese privilegio se echa en falta en el país más extenso del mundo, que lleva años masacrando opositores y silenciando a todo el que desafía las verdades oficiales. Como el anuncio de este pasado fin de semana sobre que en Ucrania el problema son los batallones de ultraderecha que impiden irse a la población civil. Coincidía en el tiempo con el mensaje autóctono que nos decía que Putin era ideológicamente Vox...
La verdadera batalla, la del día a día en las democracias occidentales, tiene mucho que ver con las palabras. Lo de Rusia no es la guerra de Ucrania. Es la agresión a un país soberano. La invasión. El genocidio de sus habitantes. Llevamos tantos años devaluando los términos más horribles que ahora no encontramos las palabras adecuadas. Y se hace imprescindible evitar eufemismos. Para que no logren confundirnos...