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Por Pedro Víllora

No creo que haya nadie que se haya dedicado a la prensa de cultura y espectáculos desde los años 80 en Madrid que no haya conocido a Gonzalo Presa Hidalgo. Nunca estaba muy claro cuál era su cargo en el Museo de Cera: a veces nos referíamos a él como Relaciones Públicas, otras como Director de Comunicación, y con mucha frecuencia se le consideraba Director del Museo. Daba igual: el caso es que la identificación entre Gonzalo y el Museo de Cera era absoluta, pero su relevancia excedía con mucho a aquel lugar. En ese Madrid de los años 90 lleno de fiestas, saraos y recepciones, Gonzalo era una presencia asidua y querida, un caballero bienhumorado y chispeante que conocía a todo el mundo y para todos tenía una palabra amable: especialmente para sus dos amigas más cercanas, la bailaora María Rosa y la diseñadora Marilí Coll, pero también para otras como Sara Montiel.

Gonzalo, que me conocía como periodista primero en Telemadrid y luego en ABC, y que sabía de mi mancheguismo, me pidió que escribiese el texto oficial de la presentación de la estatua de Sara Montiel en el Museo. Eso ya habría suficiente para estarle agradecido, pero Gonzalo hizo algo más: cuando Sara tuvo dificultades para elegir un escritor que le hiciese las memorias, y tras haber descartado a varios, Gonzalo le propuso mi candidatura. La buena relación que para entonces ya tenía con Sara Montiel se convirtió en amistad y colaboración, dio como fruto Vivir es un placer, un libro del que tanto Sara como yo estuvimos orgullosos. Y Gonzalo también, porque él propició que se llevase a cabo.

Así que siempre he sentido gratitud y respeto por Gonzalo Presa, con quien, además, me une la misma fecha de nacimiento: el 13 de junio. Aunque jamás supe en qué año nació él porque, como solía decir, en su familia y en la mía nos enseñaron que la edad no es un tema de conversación.