Diario de León

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Porque la información es poder, sabemos que la factura energética de Europa con Rusia son 300 millones, a diario; nos quedamos con las ganas sobre la dentellada que el Gobierno hinca en la cartera del que va a repostar. La mitad, casi, de cada litro; pero se oculta el total para evitar que a la gente se le indigeste la ideología, y la úlcera sangre, y terminen de exhalar por la herida, que es por donde entra la lucidez del último instante; la luz de final de túnel que es la vela que se apaga o el tren que arrolla. Siempre tarde. El tratamiento de choque en la unidad del dolor cumple con las perspectivas. Quietos, amagados, como alcaravanes en mitad de la estepa, mientras la banda de raposos destroza las nidadas. Un ejército de apaciguadores ya está preparado para contener el segundo golpe. El apaciguador, dijo Churchill en los albores de otra situación trágica como la que llega , es un tipo que alimenta al cocodrilo mientras espera que el bicho se coma a otro antes que a él. Vamos, que el premier británico ya alertó sobre Emmanuel Macron hace ochenta años. Macron, el que sobeteó a Sánchez este día de atrás en Versalles, por si alguien cree que los gestos políticos no tienen mensajes latentes, hasta para los que votaron gestos y ahora quieren susto. Cualquier día, los socialdemócratas le ponen a una estación de tren el nombre de Winston Churchill, para disimular. A la de Astorga, por ejemplo, que puede ser la única de España que sufra dos cierres de vía en menos de medio siglo. Porque la información es poder, tratan de quitar transcendencia a las cosas que no quieren que veamos; vidas rotas; el niño al que la resurrección del imperio soviético arrancó los brazos y envió al psiquiátrico de Jarkov bajo la lluvia de misiles de la desnazificación se mete por el ojo de la conciencia mientras Moratinos alerta de la rusofobia. Alerta antifascista, a la hora que la gente corre al supermercado a arrasar con la pasta y el aceite de girasol. Las pecerres en la churrería de José Aguado serán cosa de ricos, de los pudientes que ni se creyeron el anuncio de Tulipán, ni en la revolución del biodiesel. Ya se ve el precipicio. No queda otra esperanza que los valientes que conducen camiones. Los mismos que arrodillaron a Trudeau. Camioneros contra chulos y niñatos malcriados.

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