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El Barrio de Podil era hasta esta mañana como una zona periférica más de una de nuestras ciudades. Un barrio obrero, de gente trabajadora. Desde las ocho de la mañana no tiene escuela ni jardín de infancia. Un misil ruso acabó con ellos y con la vida de una persona, 19 más quedaron heridas, entre ellos cuatro niños.

 

No suelo dar este tipo de información en mis crónicas, pero hoy quiero hablar de la vida de barrio, y de como un misil asesino puede acabar con ella en un segundo. No fueron sólo la escuela, la guardería y los edificios de la plaza donde cayó el misil; por cierto, los columpios resistieron, mañana seguro que algún niño aún saltará en ellos rodeado de escombros. Fue el barrio todo.

 

Cuando llegamos allí, a primera hora de la mañana, aún estaban las ambulancias atendiendo y trasladando a los heridos. De hecho nos prohibieron el acceso durante un tiempo. El cámara de TVE, Hugo Úbeda, gallego como yo, incluso tuvo un pequeño altercado con los militares sólo por hacer su trabajo. Eran horas de mucho nerviosismo. Lo más sorprendente de todo es que las señoras mayores del barrio ya estaban, escoba en mano, limpiando la calle de cristales y escombros. Paraban para atender a los periodistas, llorando, y seguían liimpiando. Kiev es una de las ciudades más limpias del mundo. Todo está impoluto, e imagino que para ellas barrer el destrozo también es una manera de comenzar de nuevo, no de olvidar lo ocurrido, eso no se olvida nunca, pero sí de no tener las huellas delante del portal de la casa para recordártelo a diario.

 

Lo que yo no sé es si van a poder volver a vivir en ellas. A un edificio le cayó toda una pared. De hecho se veían claramente los cuartos, las camas, las estanterías, una columna de cajas de zapatos, como si simplemente esa pared se hubiera vuelto de pronto invisible, como la banda diseñada aquella de 13 Rue del Percebe, así quedó el edificio. Dentro vi a gente recoger lo que podía, me daba incluso cosa mirar, parecía que estaba cotilleando dentro de la casa ajena. Yo y todos los reporteros que enfocaban hacia ellos sus cámaras.

 

El barrio quedó también sin supermercado. Estaba del otro lado de la plaza, a unos 70 metros de donde cayó el misil y con un edificio de por medio. ¡Imaginad cómo son las ondas expansivas de estos aparatos del diablo! Un poco más allá, cruzando la calle, a unos 90 metros, se alza el rascacielos del barrio: 26 pisos, destaca y bien. Hasta las ventanas del último piso quedaron destrozadas. Comenté con mi compañero Yaric que si eso hace con las ventanas, ¡cómo quedarán los tímpanos! Me miró con esa cara de ucraniano, frías para nosotros, pero que no lo son, levantó los hombros y apretó los labios.

 

El misil de Podil lo oí esta mañana, estaba en el balcón del hotel. Tardaron una hora en dar la localización, y nosotros una hora más en llegar. Nos acaban de avisar en el chat de periodistas que vayamos con ojo en estas localizaciones. Por lo que se ve los rusos emplearon en Zaporozhye el ‘double tap’, que significa volver a atacar un mismo sitio al poco para matar a quien allí se congregue. El Gordo de Navidad y la lotería de El Niño en el mismo barrio. Permitidme por una vez algo de humor, por muy negro que este sea.

Preciso reír y no encuentro la manera.