El miedo en sepia
Todo lo que se sale de lo ordinario es siempre emoción y es digno de vivirse y hasta de celebrarlo con alborozo, incluso cuando viene ingrato o con daño, pues en ese caso se hace escuela gratuita de lecciones que no suelen olvidarse. Dicho sin rodeos, nos gusta lo extraordinario, la exageración, la bravura natural, algún desmán, el elemento desatado, la nevadona, la riada que restaura lechos y derechos, la aurora boreal que se vio hasta en Madrid en 1878... La guerra, por ejemplo, es lo más en la categoría de lo extraordinario y así acapara toda suerte de emociones, aterra, encoleriza, conmueve, aunque como escuela no vale nada de nada, sus lecciones no se aprenden y siempre se repite curso y locura. Pero a esta guerra de Ucrania le salió el miércoles competencia en las noticias cuando pasó sobre nuestras cabezas una larga excursión de polvo sahariano que tardó tres días en cruzar estos paisajes descendiendo suavemente a saludarnos y a reposar en capas sobre coches, veladores o jardines, colándose hasta por las costuras... polvo rojizo, arcilla molida y glasé que levantó del suelo del desierto la furiosa garra del simún... y ardió el cielo en calimas con luz velada de tormenta seca, sangre lechosa, ceniza en el aire, postalita de Marte... el miedo en sepia.
Pocas veces como en estos días se vio aquí este fenómeno milenario y millones de fotos dejaron constancia de ello, aunque al verlas dentro de unos años apenas se recordará la cosa y serán la clásica foto polaroid decolorada. ¿Quién recuerda que el 3 y 4 de marzo del año pasado cruzó España una polvareda similar con ecos en todo informativo?... ¿?... y que no falte el fenómeno: gracias a estos ventarrones gigantescos que cruzan océanos la Amazonía recibe al año 22.000 toneladas de fosfatos africanos... y Peláez calcula que el polvo caído sobre León estos días supera las 145.000 toneladas, madremía, cuánto nutriente y minerales ahí, pero también de isótopos radioactivos de viejas pruebas nucleares francesas en el Sáhara, aunque esto se calla... miedo en sepia... y jirón en la sahariana.