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La realidad virtual es un arma de doble filo. Lo dice el investigador de origen berciano Fernando de la Torre Frade, que dirige un laboratorio en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg, en el estado de Pensilvania, donde desarrollan líneas de trabajo tan interesantes como el diseño de un avatar digital, proyectos para monitorizar la salud de las personas mayores con tecnologías de realidad virtual y aumentada, y algoritmos de reconocimiento facial que eliminen los sesgos que afectan a las personas de color.

De la Torre Frade nació en Barcelona —allí estudió Ingeniería Electrónica en la Escuela La Salle—pero pasó muchos veranos en los prados de Trabadelo pastoreando las vacas de sus abuelos. «Espero que nunca veamos unas vacas con gafas de realidad aumentada para producir más leche», dice. Los avances de la ciencia, añade, tienen que ir acompañados de ética y una legislación que respete los valores humanos para no retroceder como civilización.

Está claro, en estos días de guerra en Ucrania, que hemos retrocedido como especie civilizada a los tiempos de la disuasión, a los días de la Guerra Fría en los que dos potencias enfrentadas nutrían sus arsenales con cabezas nucleares capaces de destruirnos a todos. El delicado equilibrio de aquella época establecía que ninguno de los dos contendientes se atrevería a usar su armamento nuclear porque ninguno de los dos bandos —y con ellos todos los demás—sobrevivirían al conflicto.

Es evidente que la energía atómica y toda la tecnología que la acompaña es uno de esos avances científicos que desde el primer día se nos fue de las manos. La bomba atómica, dicen sus defensores, precipitó el final de la Segunda Guerra Mundial. Y se preguntan: ¿qué hubiera pasado si Hitler hubiera ganado la carrera de las investigaciones sobre el átomo y sus aplicaciones militares?

La respuesta la tenemos estos días en Ucrania, donde el miedo a una escalada nuclear condiciona la respuesta de Europa y los Estados Unidos a la invasión y la mascare de civiles que sufre un país soberano. Así podemos distinguir entre la guerra real y la virtual con la que la que nos amenazan Putin, aunque el antiguo espía de la KGB sea el primero en saber que si aprieta el botón se acaba el juego.

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