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Vienen cifras de esa guerra que casan mal y no se las cree ni Dios, que por lo visto -y por lo no visto más- huyó de allí el primero y sabe de aquella zarracina por lo que le cuentan en quejíos lastimeros y rezos angustiosos los cristianos ortodoxos ucranianos y a su vez los rusos, no menos cristianos y rezadores, cada cual con su versión y su ombligo exigiendo justicia divina de azufre hirviendo sobre el invasor bolchevique o el resistente ucranio-nazi-gay que se niega a la justicia zarina... y si falta azufre, que vengan misiles hipersónicos, sofisticada novedad rusa bautizada Kenzhal y presentada en sociedad hace unos días en esa gran feria de muestras por todo lo alto, de donde cayó haciendo fosfatina un objetivo subterráneo (hostiazo formidable, admirada quedó la futura clientela).

Sabemos que la verdad es siempre la primera y principal víctima de toda guerra, pero en esta invasión, ya guerra en marcha, le ponen tantos vestidos, la trasvisten tanto, que hay carnaval de datos. Las cifras cuadran mal. Ejemplo: vemos ciudades con edificios bombardeados o totalmente abatidos, pero no hay cifra de muertos o, viendo el tamaño brutal de la salvajada, es cifra escasa, tres aquí, media docena allá; esas fotos hacen suponerlos a centenares y de haberlos lo dirían, los necesitan para hacer crecer el crimen ya gigante de Putin. ¿Quiere decirse que los rusos están siendo pulcros en sus arremetidas? ¿No debería suponerse alguna masacre en el rastro del invasor, un desmán de castigo, la típica represalia? ¿Por qué no hay más casos como el de ese soldado ruso que violó a una madre ante su hijo tras matar al marido, sabiendo de lo común de esta escena en la clásica invasión con soldadesca hostigada o saboteada y con antiguos derechos de saqueo y de pillaje?... ¿Y por qué Ucrania habla de no menos de 10.000 soldados rusos muertos y no dice las bajas de soldados ucranianos, civiles alistados, brigadistas extranjeros?... pero lo inquietante es no ver imágenes de todo eso sobrando móviles y cámaras. Muerta la verdad, es turno de la mentira porcina, morcilla de la buena.