Recuerdos inventados
Visto el panorama, que no da más de sí, dentro de lo poco, y arreciando las voces sin sordina y escaso sentido común, uno deduce, nunca sabe con qué grado de acierto, que en lo pretendidamente útil no cabe el misterio y, casi como consecuencia lógica, que la ficción es lo más hermoso de la realidad y que prácticamente la explica. Me viene a la memoria una deliciosa exposición (2014) de Uriarte, que tituló muy plásticamente Útiles inútiles. Se refería Nocolás Miñambres en un texto excelente incluido en el catálogo a un «universo poblado de cosas inútiles en sí, pero eficaces y útiles para renovar el filo de la sensibilidad, embotada tantas veces». Creo que estamos en época de esta utilidad frente a tantas inutilidades como entran en la escena de la política salvamelizada.
Creado por Andrea Camilleri, el comisario siciliano Montalbano pedía —prohibía, mejor— a sus comensales que se hablara en su mesa mientras se está comiendo. El silencio se imponía, amortiguado por el agua con gas, tan importante en no pocos hogares italianos. Pareciera aquí que las burbujas incentivasen los resortes de la imaginación, incluso la intuición de pistas que diesen solución a los casos que el comisario rumiaba mientras comía. En todo caso, el silencio de los comensales era preferido al aislamiento, el peor consejero, como bien advirtió Unamuno. La compañía silenciosa o la hora del café que abría las puertas de la ironía, la gracia, la especulación o la sospecha. No sé si fue o no verdad, pero cuentan —contar es una de las parcelas de la ficción, como Montalbano— que en aquella ocasión alguien habló del espectáculo de los amaneceres, que se empiezan a valorar, en general, muy tarde, a partir de los cincuenta, a no ser que la enfermedad te golpee antes con dureza. «Déjate de amaneceres y de leches en vinagre», debió de contestar Montalbano. «Y tú, Giuseppino, ¿qué tienes que decir?», preguntó el comisario al más cachondo de cuantos se habían reunido en torno a una generosa cipollina, regada en su caso con un vino tinto de la tierra. «Nada de particular. Hoy he pensado que los mejores recuerdos son los inventados». «Cuenta, cuenta…, que por ahí llegan las pistas».
El relato de las últimas elecciones es pura ficción. Pero aquí no sirve. Si no reflexionan, la realidad hará que los tiros salgan por la culata. ¿Qué diría Montalbano? ¿Accidente voluntario o involuntario? Seguro que hay ya pistas.